Cuidar a las personas trabajadoras, su salud y seguridad laboral

Cuidar a las personas trabajadoras, su salud y seguridad laboral
Para los movimientos de trabajadoras y trabajadores cristianos es importante colaborar para que el trabajo se realice en condiciones dignas.

El papa Francisco recuerda que trabajar «no es solo un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones, para sentirse corresponsable en el perfeccionamiento del mundo y, en definitiva, para vivir como pueblo».

La campaña que la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) está desarrollando es un compromiso, personal y comunitario, para cuidar el trabajo y, con ello, cuidar la vida. Para que eso pueda ser así, lo primero es cuidar a los trabajadores y las trabajadoras; y un aspecto fundamental a cuidar, en este sentido, es la salud y seguridad en el trabajo: «La seguridad en el trabajo es como el aire que respiramos: solo nos damos cuenta de su importancia cuando falta trágicamente, y siempre es demasiado tarde», dice el Papa.

Según la Organización Internacional del Trabajo «cada año más de dos millones de personas mueren por causas relacionadas con su trabajo». Son, casi siempre, accidentes evitables, provocados por la organización del trabajo y sus condiciones, descuidando las debidas medidas de prevención que desprecian la vida.

Por eso estamos comprometidos en nuestros ambientes laborales y sociales, luchando para el reconocimiento de la dignidad humana que nos da el ser hijos e hijas de Dios. La salud y seguridad laboral son un derecho en un mundo del trabajo deshumanizado. No podemos acostumbrarnos al constante goteo de enfermedades y muertes en el trabajo.

Como personas creyentes, apoyamos e impulsamos iniciativas que promueven mejorar la legislación, acompañar y visibilizar a las víctimas de siniestros laborales y a sus familias; concienciar sobre la prevención de los accidentes laborales; trabajar por regular tiempos de trabajo y descanso para el desarrollo personal y familiar. Escuchar, acompañar y reconocer el dolor de estas personas son claves en nuestra presencia a su lado, porque está en nuestras manos lograr que estas personas no sean olvidadas y que se pongan los recursos necesarios para que estas situaciones dejen de darse. No debemos acostumbrarnos a esta realidad como si fuera una fatalidad, ya que existen unas causas estructurales bien definidas y consistentes que las provocan.

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Muchos millones de trabajadores son sometidos cada día a condiciones inhumanas de trabajo. Esa barbarie es la normalidad en todo el mundo, aunque más en los países del sur global.

Nuestro compromiso nos lleva a denunciar estas injusticas y ser parte activa en favor de una economía al servicio de la persona y del bien común que transforme esta realidad. Hemos de crear esperanza y rebeldía en las personas trabajadoras para que la seguridad en las relaciones laborales sea una realidad para todos y todas, y no vivamos de espaldas a ello culpabilizando a quienes sufren sus consecuencias.

Como nos dice la Doctrina Social de la Iglesia, es un deber «recordar siempre la dignidad de las personas en el trabajo y los derechos de los trabajadores, denunciar las situaciones en las que se violan dichos derechos y contribuir a orientar los cambios sociales para que se realice un auténtico progreso de la persona y la sociedad» (Laborem exercens, 1, d).