Jürgen Moltmann: Una teología ecológica
Me encontré varias veces en Tubinga con el célebre teólogo Moltmann, nacido en Hamburgo en 1926, profesor de la universidad eclesiástica de Wuppertal; de 1963 a 1967 fue profesor de teología sistemática en la Universidad de Bonn y luego se trasladó a Tübingen, donde murió el pasado 3 de junio. Me impresionó su sencillez.
A finales del siglo XX, le pedí su opinión sobre la teología protestante, especialmente en Alemania. Me respondió: “Es una teología en el umbral de la era ecuménica. Por un lado, hay un conocimiento más profundo de las tradiciones católicas y ortodoxas, pero, por otro, hay un movimiento de retirada para redefinir la identidad protestante tanto con respecto a Roma como con respecto a los católicos progresistas, que han venido a nuestro encuentro en el plano ecuménico.
No creo que esta andadura sea muy impactante, pero está ahí. Por un lado, tiene su razón de ser: la Iglesia evangélica debe representar el Evangelio en la comunidad ecuménica y esperar sobre la base del Evangelio, pero, por otro lado, no podemos permitirnos un nuevo confesionalismo protestante, ya que en las parroquias a nadie le interesa saber si se es luterano, reformado o metodista. Hoy, en el mundo secularizado, es importante que uno sea cristiano y esto también debe ser tenido en cuenta por la teología”.
Otro problema de la teología protestante en Alemania es el diálogo con el judaísmo para llegar a una revisión de muchas afirmaciones teológicas que se dan en el diálogo cristianismo-judaísmo. En el pasado, el cristianismo ha sido visto en confrontación con el judaísmo. En el tiempo presente, el cristianismo también debe formularse en sintonía y a favor del judaísmo. No lo hemos hecho durante mucho tiempo. ¡Hemos ensalzado a Cristo y humillado a los judíos!
El tercer problema se refiere a la transición de una sociedad industrial moderna a otra industrial posmoderna. Esto implica trabajar en favor de una teología “económica” y, a la vez, “ecológica”.
Nuestros encuentros se centraron, sobre todo, en los grandes teólogos católicos que habían preparado el Concilio Vaticano II, que habían participado en él y que habían abierto horizontes: Chenu, Congar, De Lubac, Rahner, Schillebeekx… y también sobre los grandes teólogos protestantes: Barth, Bultmann…
Moltmann era un apasionado y hablaba con gran simpatía y admiración de los teólogos católicos y comentaba: “Los grandes teólogos como Barth y Bultmann han fundado ‘escuelas’ teológicas y quienes formaban parte de ellas estaban a favor de uno o de otro. Se seguían los pasos dados por el maestro. Nosotros, en cambio, los de la siguiente generación, Pannenberg, Jüngel y otros, no hemos fundado nuevas escuelas, nunca hemos querido representar el todo de la teología, sino hacer una contribución a toda la teología y, procediendo de esta manera, hemos dejado a otros libres para tener otras ideas, mientras que Barth, por ejemplo, nunca permitía que otros pensaran de manera diferente a él. Bultmann también era muy dogmático. Este dogmatismo no existe en mi generación, y, por eso, no hemos fundado nuevas escuelas, sino que hemos hecho nuestra aportación a la teología en perspectiva ecuménica. No hemos escrito una teología sistemática o dogmática, sino que hemos hecho breves aportaciones sistemáticas a la teología, es un modo de proceder que también se aprecia y percibe en el diálogo ecuménico en Roma o en Constantinopla”.
Moltmann me habló de una nueva “teología ecológica”, una que –según creía– acabará reuniendo las diferentes teologías de la liberación y la común teología ecuménica. Y constataba que en la teología cristiana del siglo XX se había enfatizado cada vez más la necesidad de una doctrina nueva y comprensiva de Dios, Espíritu Santo. “Los nuevos principios que apuntan hacia una teología trinitaria no solo satisfacen las expectativas de una teología ecuménica –porque concentran en la teología las perspectivas ortodoxa, católica y evangélica–, sino que también nos conducen al umbral de un nuevo conocimiento de la persona y del modo particular de actuar del Espíritu Santo, el cual, en cuanto “Espíritu vivificante” da, mantiene y renueva y redime la vida. Desde mi punto de vista, pues, el gran tema teológico de principios del siglo XXI es el siguiente: el Espíritu de vida y la vida de la tierra con todos sus habitantes”.
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Artículo publicado originalmente en Settimana News de Italia. Traducción al español realizada por Jesús Martínez Gordo
Estudios de Teología en el Seminario de Vicenza. Licenciatura en Filosofía en la Universidad de Padua. Actualmente es redactor y enviado de SettimanaNews. Miembro del equipo de la unidad pastoral de Sovizzo-Tavernelle (Vicenza) Italia.