Acoger, proteger y cuidar el mundo obrero más precario

Acoger, proteger y cuidar el mundo obrero más precario

El compromiso en las situaciones de precariedad laboral, empobrecimiento y exclusión del mundo obrero y del trabajo es el tema que vamos a abordar en los próximos cursos de verano de la HOAC.

Este espacio se convierte en un instrumento para ayudarnos a profundizar y encontrar pistas sobre cómo vivir la fe y llevar el mensaje de esperanza del Evangelio a un mundo obrero donde la pobreza, precariedad, la vulnerabilidad y la deshumanización están presentes.

La importancia de este tema radica en la necesidad de reflexionar conjuntamente como hacer vida y desde qué claves situarnos en una realidad que hoy causa dolor a muchas personas que no pueden vivir dignamente de su trabajo y que, cuando nos comprometemos con estas realidades, necesitamos espacios donde podamos compartir estas experiencias de vida.

«El trabajo no se considera con la dignidad que tiene y que da» y, por ello, defender la dignidad del trabajo y el trabajo digno es una prioridad humana y, por tanto, una prioridad cristiana» (Laborem exercens, 3).

La cuestión a la que nos tenemos que enfrentar es cómo damos respuesta a este concepto del trabajo, cómo hacerlo vida cuando en el mundo obrero nos encontramos con situaciones de personas trabajadoras que, aun teniendo trabajo, persisten en situación de pobreza, los altos índices de precariedad en el empleo, las situaciones de desempleo.

La falta de oportunidades de jóvenes, parados de larga duración y mayores de 45 años. Las grandes bolsas de pobreza en muchos barrios obreros de nuestras ciudades, de falta de oportunidades, con tasas de paro en algunos de ellos del 70%, con altísimo porcentaje de abandono escolar y gente que busca trabajo sin cualificación, lo que lleva a trabajos precarios, sueldos muy bajos y problemas para encontrar vivienda.

El trabajo de cuidados y del hogar, en manos de trabajadoras migrantes, y los temporeros del campo, muchos de ellos sin regularizar, lo que les imposibilita tener contratos de trabajo. La lacra de los accidentes laborales: perdemos cada día entre dos y tres vidas en el trabajo, una realidad silenciada y que cada vez afecta a más personas. El deterioro de los servicios públicos, como sanidad, educación, prestaciones sociales, cuestiones vitales para que las familias obreras puedan vivir con dignidad.

Ante esta realidad, la importancia es saber si verdaderamente estamos respondiendo a la misión evangelizadora a la que estamos llamados y que creo que de forma muy clara y sencilla la define el papa Francisco en su discurso con motivo de la visita al centro Astalli de Roma para la asistencia a los refugiados (10/09/2013).

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«La caridad que deja al pobre así, como es, no es suficiente. La misericordia verdadera, la que Dios nos dona y nos enseña, pide justicia, pide que el pobre encuentre el camino para ya no ser tal»

Necesitamos trabajar en crear las mejores condiciones sociales para que todas las personas puedan vivir de acuerdo a su dignidad y realizar su humanidad, necesitamos vivir para construir el bien común, reflexionar cómo crecer en el compromiso en estas realidades para construir prácticas de comunión con el mundo obrero empobrecido.

Acercarnos al mundo del trabajo y a las familias desde la cultura del cuidado, cuidar el trabajo, para cuidar la vida, hacer que sea humano, que se realice en condiciones dignas y de manera que cuide a la sociedad y la casa común, mirar el trabajo desde esta perspectiva incide de forma decisiva en la vida de las personas y es una cuestión esencial que nos abre todo un camino a recorrer.

Además, para vivir la misericordia con ese mundo obrero empobrecido necesitamos espacios que nos ayuden a visibilizar cómo se manifiesta hoy en nuestra realidad más cercana este empobrecimiento y exclusión, quienes son las personas más afectadas.

Necesitamos reflexionar y acercarnos a entender cuáles son las causas de por qué hay muchas familias trabajadoras que viven en estas condiciones.

Necesitamos conocer y compartir experiencias de vida en estas realidades que ya están en marcha y que nos aportan mucha luz para vivir nuestro compromiso cristiano en la vida personal y social, alumbrando medios que nos ayudan a construir alternativas que vayan haciendo posible una sociedad que acoja, proteja y cuide a las personas y a la madre tierra, dándonos pistas para generar estos procesos.

Empeñémonos en «hacer que germinen sueños, suscitar profecías y visiones, hacer florecer esperanzas, estimular la confianza, vendar heridas, entretejer relaciones, resucitar una aurora de esperanza, aprender unos de otros, y crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, enardezca los corazones, dé fuerza a las manos» (Documento de preparación del Sínodo de la sinodalidad, pág. 39).

 

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Artículo publicado originalmente en la revista ¡Tú!