Los obispos resaltan el valor del trabajo y llaman a defender la dignidad de la persona

Los obispos resaltan el valor del trabajo y llaman a defender la dignidad de la persona
Al llegar al 1º de Mayo, día de la persona trabajadora y festividad de san José Obrero, algunos obispos dedican sus cartas a esta actividad humana tan trascendental para la via de las personas y el desarrollo de la sociedad. Algunos prelados han optado por hablar de la salud y seguridad en el trabajo, aprovechando la cercanía con el día mundial celebrado el 28 de abril.

La defensa de la vida en el trabajo inspira la carta pastoral del obispo de de Santiago de Compostela, Francisco José Prieto Fernández, quien llama incluso a suscribir “un gran pacto social” por las medidas de prevención en el empleo.

En su carta, anima a incorporar la dimensión del cuidado en el trabajo. Así dice, “un trabajo digno es, ante todo, un trabajo en el que se cuida a las personas trabajadoras, favoreciendo la conciliación de su vida personal, familiar y laboral” y llama a “un gran pacto social”, para que “las condiciones que hagan posible que la salud laboral sea un derecho fundamental para todos los trabajadores y sea prioritario en cualquier entorno”.

Después de todo, “un trabajo que cuida respeta la dignidad, asegura los derechos y motiva la responsabilidad y la creatividad profesional”.

Recupera las palabras de san Juan Pablo II, al decir que “el trabajo es uno de estos aspectos, perenne y fundamental, siempre actual y que exige constantemente una renovada atención y un decidido testimonio. Porque surgen siempre nuevos interrogantes y problemas, nacen siempre nuevas esperanzas, pero nacen también temores y amenazas relacionadas con esta dimensión fundamental de la existencia humana”.

Pero también cita a Francisco, “no olvidemos que no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo”, para proclamar que “debemos recordar y reivindicar siempre la dignidad y los derechos de los trabajadores, pues “en una sociedad realmente desarrollada el trabajo es una dimensión irrenunciable de la vida social, ya que no sólo es un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones, para sentirse corresponsable en el perfeccionamiento del mundo, y en definitiva para vivir como pueblo”.

“Con San José, en su corazón de padre trabajador, nos comprometemos en cuidar de modo integral el trabajo, como deber y derecho, como don de Dios, para que sea verdaderamente libre, creativo y solidario”, concluye.

También la carta del obispo de la diócesis de Urgel, Joan-Enric Vives i Sicília, incide en la realidad de los accidentes de trabajo y las enfermedades laborales, incluso, incitando al compromiso sindical como herramienta para atajar la siniestralidad laboral.

Tras recoger las cifras de siniestralidad en Cataluña y el resto de España, abunda en que “detrás de estos datos, que afectan sobre todo a la industria y la construcción, se esconden también otras realidades” que influyen en la degradación de la salud y la vida en el trabajo como “la excesiva subcontratación o temporalidad que no ayudan a garantizar la aplicación de medidas y hábitos de trabajo saludables, la irregularidad de algunas contrataciones que expone a algunos trabajadores a abusos y a presiones, no sólo en su salario y horarios, sino también en cuanto a las condiciones de seguridad”, destacando además que “el grado de compromiso sindical en los centros de trabajo tiene una relación directa con el control e implantación de medidas de seguridad en las empresas”.

Según la Doctrina Social de la Iglesia explica el trabajo es “central para las personas: para ganarse la vida, para poder desarrollarse plenamente, para cuidar a quienes nos rodean, y también para contribuir al bien común y, en más de un sentido, a la Creación”, por lo que “el trabajo, remunerado o no -hay que distinguir entre trabajo y empleo- exige condiciones dignas. Debe ser lugar de vida y no causa de muerte”.

De ahí, pasa a hacer un llamamiento a “valorar como se merecen y alentar los esfuerzos que hace tanta gente, cristiana o no, para dignificar las condiciones de trabajo”, volviendo a señalar la importancia del “compromiso sindical para que las contrataciones y condiciones laborales sean dignas y justas, la atención y solidaridad con los compañeros de trabajo cuando es necesario, la observancia de las medidas de seguridad, la formación continua, son pequeñas o grandes acciones imprescindibles, aparte, por supuesto, de la consideración de que en el mundo del trabajo, la ganancia económica no debería condicionar absolutamente toda la actividad”.

La perspectiva del cuidado centra la misiva del obispo de León, Luis Ángel de las Heras, que contiene referencias al manifiesto de la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD) titulado “Cuidamos el trabajo para cuidar a las personas”, reconociendo que “ciertamente la cultura del cuidado mejora nuestro mundo y particularmente la realidad de cada persona”.

De hecho, profundiza, “el papa Francisco ha propuesto la «cultura del cuidado» como horizonte de vida cristiana en varias ocasiones. Así, considera De las Heras, “la Iglesia ha de promoverla desde todos los ámbitos posibles. En el mundo del trabajo, el cuidado conlleva varias exigencias sobre las que alerta el mencionado manifiesto de «ITD» que bien podemos asumir”, como “seguir mejorando las condiciones de seguridad para evitar accidentes laborales y, por supuesto, fallecimientos”; “apoyar todo aquello que favorezca una «salud laboral» y un bienestar personal con la consiguiente estabilidad psicológica y emocional”.

Para ello, hace falta tomar conciencia y alzar la voz en defensa de “mejoras” y la eliminación de “las condiciones laborales precarias, de modo que el beneficio económico nunca esté por encima de la salud y el bienestar de las personas”. Pero también señala el obispo de León la importancia de “armonizar las necesidades personales y familiares con el trabajo, propiciando suficiente tiempo para el descanso y el cultivo de actividades y relaciones familiares y sociales”. También la reducción del tiempo de trabajo como elemento que puede contribuir a alcanzar “mayores cotas de «cuidado» en el trabajo”.

Después de todo, continúa el prelado, “para los cristianos es esencial dedicar tiempo al cuidado de nuestra fe y a los compromisos que se derivan de ella, más allá de los que se realizan en el trabajo”.

Volviendo a la apuesta por “la cultura del cuidado”, De las Heras entiende que debe ser inspiración para ser “cuidadosos con la creación, con la casa común y, por supuesto, con la dignidad de los trabajadores y el futuro sostenible de la tierra y de la humanidad”.

“Es urgente, oportuno, justo y eficaz que nos impliquemos y comprometamos en el cuidado de todo y de todos y, por supuesto, de las personas trabajadoras”, dice, para asumir que “el camino de la «cultura del cuidado» es un don y una tarea que hemos descubierto y que debería llegar a todos los rincones de las actividades y relaciones humanas y, más aún, eclesiales”.

El administrador apostólico de Huesca y de Jaca, Vicente Jiménez Zamora, en su carta, intenta reflexionar a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia sobre la realidad del trabajo, recordando la encíclica “Laborem exercens”, así como el documento de la Conferencia Episcopal Española “la Pastoral Obrera de toda la Iglesia”.

“La pastoral obrera debe plantearse cómo anunciar la Buena Nueva en este mundo concreto del trabajo, cómo iluminar y trabajar por la transformación de esa realidad desde los valores del Evangelio y desde la Doctrina Social de la Iglesia, cómo ser instrumento dócil a la acción del Espíritu Santo, para que la Iglesia de Jesucristo nazca, eche raíces y se consolide en el mundo del trabajo”, escribe Jiménez Zamora.

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El obispo reitera que “la pastoral obrera no debe considerarse como tarea particular y exclusiva de algunas comunidades, de personas o movimientos especializados de la Acción Católica, como la JOC (Juventud Obrera Cristiana), MTS (Mujeres Trabajadoras Cristianas) y HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica), sino que es tarea de toda la Iglesia”, por lo que en la fiesta del trabajo muestra su cercanía a “los gozos y esperanzas de las mujeres y de los hombres del mundo obrero y de sus familias, especialmente de los que sufren el paro o de aquellos que soportan unas condiciones de trabajo que imposibilitan una vida digna”.

El obispo de Zaragoza, Carlos Escribano Subías, llama a reforzar la atención de la Iglesia a las relaciones laborales. “La Pastoral Obrera sigue siendo necesaria en la Iglesia. El mundo del trabajo muestra hoy una gran variedad de situaciones”, asevera Escribano, quien recuerda que el papa Francisco en su encíclica Fratelli tutti ha insistido en que “el gran tema es el trabajo”, siguiendo la estela de sus antecesores.

Aprovecha para saludar a todos los trabajadores de la diócesis y expresar su solidaridad y cercanía, especialmente, “a cuantos carecen de trabajo o lo tienen en condiciones precarias”.

Con la Doctrina Social de la Iglesia, Escribano subraya “la necesidad de poner en primer plano la dimensión humana del trabajo y de tutelar la dignidad de la persona, pues la referencia última de la vida económica sólo puede ser el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios”.

El obispo de Zaragoza, además, agradece “a todos los que os mueve el deseo de evangelizar el mundo del trabajo que, desde la comunión profunda con Jesucristo y la fidelidad a los trabajadores, proclamáis «el Evangelio del trabajo»”.

El obispo de Pamplona, Florencio Roselló, comienza su carta recordando la génesis de este día vinculado a “las luchas obreras que se estaban realizando en muchas partes del mundo, casi un siglo antes” añadiendo que “aunque con muchos años de diferencia, la Iglesia también se quiso sumar a esta lucha por la justicia y la igualdad en los derechos de los trabajadores”.
Confiesa “cierta tristeza” ante el hecho de que “dependiendo de quién gobierne se celebra este día con más o menos presión e intensidad reivindicativa”, a pesar de que “los derechos de los trabajadores son siempre los mismos”.

Hace suyas las palabras del papa Francisco, cuando dice que vivimos un “tiempo de explotación de los trabajadores”; “donde el trabajo, no está precisamente al servicio de la dignidad de la persona humana, sino que es el trabajo esclavo”, para abogar por “un nuevo humanismo del trabajo, donde el hombre, no la ganancia, esté al centro; donde la economía sirva al hombre y no se sirva del hombre”.

También expone que algunas causas por la que merece luchar como “la distancia salarial entre hombre y mujer”, “las reivindicaciones de los agricultores en nuestro país y en nuestra Comunidad Foral de Navarra” e incluso la Iniciativa Legislativa Popular sobre la regularización de extranjeros.

“Como Iglesia no podemos mirar hacia otro lado. Es hora de regularizar su situación por dignidad, humanidad y justicia. “Los derechos de los trabajadores, como todos los demás derechos, se basan en la naturaleza de la persona humana y en su dignidad trascendente” (Doctrina Social Iglesia. 301)”, apunta Roselló.

También cita a la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente y termina expresando su confianza en san José Obrero, “que es nuestro portavoz, nuestro representante sindical, es quien lleva nuestra pancarta, quien encabeza nuestra manifestación”.

Por su parte, el obispo de Sevilla, José Ángel Saiz Meneses, califica el trabajo como “una dimensión fundamental de la vida humana que engloba el conjunto de actividades que se realizan con el objetivo de alcanzar metas, de producir bienes y servicios, o de solucionar problemas que se producen”.
Además, la visión creyente añade al trabajo el sentido de “participación de la obra creadora de Dios y de servicio a los hermanos, así como una ocasión de colaboración con los demás, y un medio de santificación personal”.

Pero, argumenta Saiz Meneses, “cuando nos focalizamos con exclusividad en una dimensión, esas relaciones se ven perjudicadas. Si nos empeñamos únicamente en el beneficio económico o en el éxito personal, perdemos la esencia última del trabajo y nos alejamos de su sentido último”.

Por eso, citando a Víktor Frankl, resalta la urgencia de comprender el sentido último del trabajo: “El trabajo puede representar, en particular, el espacio en el que la peculiaridad del individuo se enlaza con la comunidad, cobrando con ello su sentido y su valor (…) este sentido y este valor corresponde en cada caso a la obra (…) y no a la profesión concreta en cuanto a tal”. Y, en este caso, refiriéndose a Alex Pattakos, subraya que “todos podemos elegir entre buscarle activamente sentido a nuestro trabajo o verlo como algo exterior a la vida ‘real’. Si escogemos lo segundo, nos arrebatamos a nosotros mismos una parte enorme de la experiencia vital”

Claro que, el obispo, advierte que “la dirección de las empresas ha de colaborar y aportar “sentido”, a través de planteamientos que impregnen las relaciones humanas de valores significativos y que ayuden a sentir que se forma parte de un conjunto con el que vale la pena comprometerse porque su objetivo principal es el bien común”.

Así, plantea Meneses que la Doctrina Social de la Iglesia afirma que “la organización de los pueblos y ciudades, de los estados, del mundo entero, no puede llevarse a cabo si no se coloca en el centro a la persona humana y si no se tiene como fundamento último a Dios, que quiere el bien de sus hijos y les enseña el camino de su realización integral y de su convivencia como hermanos formando una familia”

El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, aunque aborda más temas, también insiste en destacar la importancia de garantizar la integridad física y mental de las personas trabajadoras, llegando a exclamar “ni un muerto más”, por motivos laborales, por falta de seguridad en el trabajo”.

“En estas fechas la Iglesia nos recuerda el valor del trabajo humano, nos avisa de la necesidad de extremar las medidas para defender la vida en el mundo del trabajo, la importancia de superar la precariedad del trabajo con contratos efímeros, que no dan seguridad para la familia ni para el futuro”, escribe en su misiva.

Sigue su reflexión apuntando que “Jesucristo ha vivido una vida plenamente humana en la que nos enseña a tratar a Dios como Padre y a los hombres como hermanos. En esa relación social con los demás, el mundo del trabajo ocupa un puesto principal, porque en el trabajo la persona se construye, colabora con Dios y con los demás en la construcción del mundo y sirve a los demás con su propia capacidad y esfuerzo para hacer un mundo mejor”.

Afirma Fernández, que “la fiesta del trabajo es una invitación a ser honrados en el mundo del trabajo, en el rendimiento que cada uno está llamado a dar en el puesto que ocupa, en el salario digno por parte de quien trabaja, en la no explotación o abuso de quien no tiene más remedio que aceptar lo que le dan, porque no hay otra cosa”.