Construir cultura de paz
Las guerras, atentados o ciertas violencias extremas provocan angustia, tensión y toda una serie de sentimientos que nos incitan a preguntarnos qué podemos hacer, cómo combatir las atrocidades que los humanos nos podemos hacer unos a otros.
El papa Francisco, en el discurso de enero, enunciaba los grandes problemas a los que hay que hacer frente: la inteligencia artificial, las migraciones, la maternidad subrogada, el cambio climático, la libertad religiosa, las desigualdades o la guerra. El Papa afirmó: «Hay una palabra que resuena en modo particular en las dos principales fiestas cristianas. La oímos en el canto de los ángeles que anunciaban en la noche el nacimiento del Salvador y la escuchamos en la voz de Jesús resucitado. Es la palabra “paz”. La paz es en primer lugar un don de Dios, pero al mismo tiempo es nuestra responsabilidad».
También todos nosotros sabemos que la respuesta a toda la violencia que nos rodea es transitar hacia la paz. La paz no tendemos que entenderla como ausencia de guerra o de agresión, la paz tenemos que entenderla como opuesta a la violencia. Violencias directas (matar, asesinar, torturar, acosar, maltratar…), violencias estructurales (procesos de estratificación y organización social que impactan negativamente en la satisfacción de las necesidades básicas, producen desigualdad, marginación desarraigo, exclusión, pobreza…), violencia cultural o simbólica (valores, ideologías y creencias que sirven de marco para normalizar, legitimar y justificar la violencia estructural y directa) y violencia ecológica (que hace referencia a la explotación de la naturaleza sin límites hasta el punto de violentar o destruir las leyes de la naturaleza).
Para emprender el camino de construir una cultura de paz, tenemos que entender los mecanismos de la violencia y la cultura de la violencia que tanto impregnan nuestra sociedad y nuestras mentes.
La violencia es una construcción social compleja conformada por actitudes, acciones, palabras, estructuras o sistemas que causan daño físico, psicológico, social, cultural o medioambiental y/o que impiden a una persona o grupo alcanzar su pleno potencial humano. La violencia es una respuesta que se puede escoger, lo que la diferencia radicalmente del conflicto. La violencia se despliega en plural y constituye culturas aprendidas susceptibles de ser transformadas. Los seres humanos tienen capacidades diversas y dependiendo de cuáles se potencien a través de la educación o de qué estructuras sociales se construyen colectivamente, se genera «cultura de la violencia» y se desarrollan algunos de los tipos de violencia o, por el contrario, se pueden acrecentar las capacidades que generan «cultura de la paz», defensa de los derechos humanos, defensa de la democracia o la equidad. La violencia aparece en un conflicto a partir del momento en que uno de los actores hace pesar sobre el otro una amenaza de exclusión o de eliminación. Cuando la violencia aparece, el conflicto ya no tiene por función el establecimiento de unas relaciones justas, sino que tiene como finalidad dominar a otros actores, someterlos o acallarlos.
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Investigadora voluntaria del Centro Delàs de Estudios por la Paz e integrante de varios foros mundiales donde presta sus conocimientos y compromiso a favor de la resolución no violenta de conflictos, la educación para la paz y el desarme.