La sinodalidad ha venido para quedarse

La sinodalidad ha venido para quedarse
Quienes han vivido desde dentro esta primera fase del sínodo de la sinodalidad tienen conciencia de estar en un momento crucial, que ya está empezando a dar sus frutos, a pesar de que, con ojos seculares, no se han producido giros importantes, ni grandes controversias doctrinales.

Sin embargo, se puede decir que “la autoridad” en la Iglesia está experimentado una redefinición profunda, que su propio funcionamiento institucional están en revisión y que se abre a encontrar modos de incluir la diversidad. Cambios cuya consolidación va a depender a bueno seguro de las vivencias, actitudes y comportamiento del mismo Pueblo de Dios.

Si algo ha quedado claro, tras un intenso mes de escucha, diálogo y apertura, es la decidida apuesta por la sinodalidad como “el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio” y la intención tanto de convocantes y participantes de no que no sea un concepto vacío, ni una moda pasajera.

La primera fase de este sínodo ha sido, en palabras del cardenal Czerny, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, “la verificación, no intelectual, no teórica, ni abstracta, sino vivida, del método sinodal, de ese caminar juntos en el que hemos sido sujetos del experimento junto al Espíritu Santo, que no debemos olvidar jamás”.

Para la religiosa Dolores Palencia, primera mujer que ha sido presidenta delegada de una sesión sinodal, aunque los temas abordados son “importantes”, destaca, sobre todo, que la experiencia ha servido para evidenciar que este caminar juntos ayuda “a escuchar lo que el Espíritu nos está diciendo para, como Iglesia, estar presente en este mundo que tanto necesita del anuncio del Evangelio y de la esperanza”.

El cardenal Barreto reconoce que “la Iglesia ya está asumiendo este proceso de caminar juntos, donde hay muchas convergencias”, nada menos que “en medio de tempestades, dificultades, contextos de guerra, sufrimiento y muerte, pero generando lazos de hermandad para ir avanzando en ese sueño de Dios de ser una familia humana”.

Es lo que han manifestado los dos cardenales y la religiosa en el diálogo promovido por el portal Religión Digital, moderado por el periodista Luis Miguel Modino, enviado por dicho medio al Vaticano para cubrir la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.

Redefiniendo la autoridad

Czerny, que fue secretario del sínodo para la Amazonia, explica que el proceso sinodal está suponiendo “una transformación del modelo”, donde “la autoridad ya no viene de la posición, sino del servicio al bien común”.

Así, detalla que “cada uno en la Iglesia tiene su dignidad y vocación, y nadie puede realizarla sin escuchar a los demás”. De ahí que insista en que no tiene cabida “el deseo de vencer al otro” en una Iglesia sinodal, sino que aspira a “caminar juntos por el bien común”, algo que “no se hace desde arriba hacia abajo, sino con cada uno jugando el papel que le corresponde, reconociendo la necesidad de escuchar a los demás”.

El cardenal jesuita de familia checa nacido en Canadá insiste en que este sínodo ha supuesto “el reconocimiento de que cada uno de nosotros en la Iglesia tiene que tener voz y contar con el aporte de los demás”. Además, ha abundado en que “los obispos se sentían apoyados, enriquecidos, desafiados”, lo que como un “misterio” ha hecho que se sientan “más obispos, no menos”.

Igualmente, ha resaltado el “lento pero importante avance” hacia una Iglesia todavía más universal, como una sana evolución, menos centrada en la experiencia vivida en Europa”.

Para el cardenal Barreto, presidente de la Conferencia Eclesial de la Amazonía, la Iglesia está viviendo “un tiempo propicio para acercarnos a Dios, para acercarnos entre nosotros y, sobre todo, para expresar la cercanía de Dios a aquellos que están sufriendo, que viven en soledad.

“La sinodalidad va abriendo paso a ese Espíritu Santo que nos recuerda en cada circunstancia lo que Jesús nos ha dicho, como nos dice el mismo Jesucristo”, afirma.

En su opinión, “es muy importante que nos acostumbremos a vivir la espiritualidad de modo individual, yo con Dios, aunque la salvación no sea individual, porque sabemos que nos salvaremos en racimo, en comunidad, y por eso tenemos que pasar del yo a nosotros”.

Mujeres en el sínodo

La religiosa mexicana Dolores Palencia, con una larga trayectoria de acompañamiento a personas migrantes, valoró la presencia de las mujeres en el sínodo como la prueba de “lo que muchas sabemos y hemos vivido, pero que no acaba de llegar a la superficie.

“Las mujeres que somos bautizadas, cristianas que hemos sentido el llamado de Jesús, queremos participar de esta misión de servicio al reino, tenemos algo que aportar, que es complementario y que nos ayuda a todas y todas. y compartir los dones que tenemos, y que la Iglesia necesitar hacer consciente en todos los niveles”, ha indicado Palencia.

Buscar juntos el bien común

Sobre la síntesis, Czerny considera que ahora debe llegar a toda la Iglesia, de forma abierta, al estilo de las mesas redondas, “donde no hay un primero y un último, uno más importante que otro” y ha señalado que, como un menú, “cada tema tiene su lugar dentro de la síntesis y su derecho a ser tenido en cuenta”.

En estos 11 meses que quedan hasta la fase definitiva del sínodo, Czerny entiende que se debe “profundizar y fortalecer la sinodalidad, pensando en los muchos problemas y desafíos que enfrenta el Pueblo de Dios en todas las partes del mundo”.

Para Palencia, el efecto en las comunidades de este sínodo “va a depender de la actitud, de sabernos recibir, escucharnos, buscar juntos el bien común y decidir en la medida de lo posible lo que conviene siempre en comunidad y juntos, y cuando no sea posible, utilizar las mediaciones necesarias con diálogo, escucha, intentando tomar lo más posible de los aportes de cada uno”.

El reto, en su opinión, está en “cómo hacer para seguir haciendo camino y recoger las voces, preocupaciones y sentir de nuestro pueblo y solo así podemos volver a encontrarnos nuevamente en la siguiente asamblea”.

Barreto concluye que “la sinodalidad continúa, es una espiritualidad, no va a terminar en el 2024, vamos a aprender que continúa esta manera de vivir en esta Iglesia, sinodal y misionera”.

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