Valores y compromisos ecológicos del mundo del trabajo. Desafíos urgentes
Hace unos días António Guterrez, secretario general de Naciones Unidas, hablando de las consecuencias del cambio climático decía “la humanidad ha abierto las puertas al infierno”. El papa Francisco en la Exhortación Apostólica Laudato Deum (LD), que veía la luz el pasado 4 de octubre, volvía a insistir con fuerza que “el cambio climático es uno de los principales desafíos a los que se enfrentan la sociedad y la comunidad mundial. Los efectos del cambio climático son soportados por las personas más vulnerables, ya sea en casa o en todo el mundo» (LD, 3).
¿Cómo situarnos ante esta realidad? ¿Qué valores y compromisos son necesarios para garantizar el futuro del planeta y una vida más armoniosa, qué desafíos urgentes tenemos? No podemos dilatar más las respuestas. Hay que afirmar con rotundidad que ni la pobreza, ni la precariedad, ni la exclusión, ni la inequidad, ni el cambio climático… son hechos naturales. Son productos históricos y sociales. Son fruto de las decisiones personales y colectivas. No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental (Laudato si’, LS, 139).
Vivimos en un modelo social donde chocan dos lógicas: La lógica que genera el dominio de la economía de la máxima rentabilidad, que sitúa en el centro el ídolo dinero (Evangelii gaudium, EG, 54), y la lógica del cuidado de la vida que nace del reconocimiento de la dignidad del ser humano. Un modelo social que niega en la práctica el derecho a la vida y el derecho a vivir con dignidad. Nos encontramos por tanto ante un gran desafío. “El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar” (LS, 13). “Soñar como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos” (Fratelli tutti, FT, 8), uniendo estrechamente la cuestión social y ecológica.
Todo está conectado. Necesitamos ahondar en este convencimiento. Nos hacemos humanos por los vínculos recibidos y de los que formamos parte. Como insiste el papa Francisco, es urgente “reaccionar ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo nuestra la cultura del encuentro”. “El descuido en el empeño de cultivar y mantener una relación adecuada con el vecino, hacia el cual tengo el deber del cuidado y de la custodia, destruye mi relación interior conmigo mismo, con los demás, con Dios y con la Tierra”. (LS, 70).
La cuestión del cuidado no es meramente un asunto doméstico o del ámbito privado en contraposición a lo público. El cuidado tiene que ver con la relación, con hacerse cargo del otro, sus necesidades, fortalecer su dignidad, su autonomía, su vida en plenitud. “Porque un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en «el campo de la más amplia caridad, la caridad política” (FT, 183).
Desde el anhelo que cualquier padre, cualquier madre quiere para sus hijos ehijas; un anhelo que debería estar al alcance de todos, pero hoy vemos con tristeza cada vez más lejos de la mayoría: tierra, techo y trabajo. Un techo, para que sea hogar. Una tierra, que hemos recibido de Dios y de la que somos encargados de cultivar y proteger. Un trabajo, que nos posibilita preservar lo existente (cuidar), y poner nuestras capacidades para dar fruto (labrar) (Gn 1). Así, los obreros y artesanos “aseguran la creación eterna” (Si 38, 34). El trabajo es lo que hace al ser humano semejante a Dios, al hacerle capaz de crear, de crear muchas cosas. Esa es la primera vocación de la persona: trabajar. Y esto le da dignidad. La dignidad del trabajo. No puede haber tierra, no puede haber techo, no puede haber trabajo, si no tenemos paz y si destruimos el planeta.
Un trabajo digno, un trabajo decente. “El gran tema es el trabajo. Lo verdaderamente popular —porque promueve el bien del pueblo— es asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna”. (FT, 162)
En este mundo donde todo está mercantilizado, donde no se respeta ni se valora el cuidado de la madre tierra, ni el trabajo invisible, ni el trabajo de cuidados que es imprescindible para que el sistema funcione, pero, sobre todo, para el sostenimiento de la vida, necesitamos tomar conciencia como sociedad de los asombrosos progresos tecnológicos que al mismo tiempo nos ha convertido en seres altamente peligrosos, capaces de poner en riesgo la vida de muchos seres y nuestra propia supervivencia… Necesitamos repensar entre todos la cuestión del poder humano, cuál es su sentido, cuáles son sus límites. Porque nuestro poder ha aumentado frenéticamente en pocas décadas. Hace falta lucidez y honestidad para reconocer a tiempo que nuestro poder y el progreso que generamos se vuelven contra nosotros mismos. (LD, 28). “No podemos encerrados en la lógica de emparchar, colocar remiendos” (LD, 57).
Cuando el economicismo nos está trayendo gran sufrimiento, desorientación, dificultades para vivir, en muchos casos, y pérdida de esperanza, en otros, en conciencia, y ante el rostro de los hijos que pagarán el daño de sus acciones, aparece la pregunta por el sentido: “¿qué sentido tiene mi vida, qué sentido tiene mi paso por esta tierra, qué sentido tienen, en definitiva, mi trabajo y mi esfuerzo?” (LD, 33). Necesitamos sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos. (LS, 229).
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Este artículo es un resumen de la ponencia realizada por Maite Valdivieso, militante de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), en el seminario internacional de la Liga Operaria Católica-Movimiento de Trabajadores Cristianos de Portugal (LOC-MTC), realizado en Setábul del 19 al 22 octubre 2023, titulada Valores y compromisos ecológicos del mundo del trabajo para garantizar el futuro del planeta y una vida armoniosa: Desafíos urgentes para la humanidad.
Militante de la HOAC.
Responsable de la Pastoral Obrera de la diócesis de Bilbao y miembro del Consejo Asesor de Pastoral del Trabajo de la Conferencia Episcopal Española.