Basuras digitales

Basuras digitales
Foto | Giuseppe Ramos (veectezy)
Lo digital tiene apariencia de invisible y, por tanto, inocuo. Invisible, sí; inocuo, de ninguna manera. Ni nuestra actividad ni el equipo que la hace posible es «inocente». Cuando entregamos el equipo periclitado al punto verde desaparece de nuestra vista. Y eso ocurre, que solo desaparece de nuestra vista.

Alegremente cambiamos de móvil, sin ni siquiera esperar a veces a que se acabe su vida útil, tal vez víctimas cómplices de cantos de sirenas publicitarias. Sumemos ordenadores, impresoras, USB, pulseras y relojes «inteligentes» y otros adminículos digitales, además de pilas, CD y DVD. La suma resulta aterradora: dice la ONU que en 2018 casi 50 millones de toneladas métricas (Tm) –equivalente a unas 4.500 torres Eiffel, según el portal interactivos–. Cada ciudadano europeo genera 17,7 kg de residuos electrónicos anualmente, y creciendo: la previsión para 2050 es de 120 millones de Tm de residuos a escala mundial. Si no ponemos remedio, claro está.

¿Qué pasa con esta montaña de basura tecnológica? El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente señala que solo se recicla alrededor del 20%. ¿Y el 80% restante? Según el propio organismo viaja a vertederos de China o África. El mayor se encuentra en la ciudad china de Guiyu. China es uno de los países que más cantidad de basura tecnológica genera (aunque en kilos por habitante la palma se la llevan los países nórdicos), pero, como tal vez imaginan, los países africanos no destacan por semejante producción.

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