La cruel Unión Europea: Encarcelar a las personas encarceladas

La cruel Unión Europea: Encarcelar a las personas encarceladas
FOTO | Asociación Amigos de Ritsona

De nuevo los que pertenecemos a la Asociación Amigos de Ritsona hemos vuelto a Grecia, a la Isla de Lesbos, a visitar a las personas refugiadas, algunas de las cuales son amigas nuestras. Volvimos porque mantenemos esa fidelidad a la promesa de que no les íbamos a olvidar y que mantendríamos un compromiso con ellos para apoyarles en la amistad personal, en la amistad social, en la solidaridad y en la denuncia profética de las situaciones tanto de injusticias como de violaciones de los derechos humanos.

Ante de ir, teníamos noticias e informaciones diversas y algunas contradictorias sobre la situación; desde que las diversas organizaciones están pasando por un momento difícil económicamente, incluyo el cierre de proyectos,  hasta las controversia con el nuevo campo que se está construyendo en medio de la montaña. Distintas informaciones sobre realidades diversas, pero todas ellas condicionadas por el olvido. Muchas organizaciones han dejado de recibir donaciones importantes y el gobierno griego, con el mandato de la Unión Europea, viola el Derecho Internacional con toda impunidad, sabiendo que no va tener ninguna repercusión.

Para esta crónica voy a ir desglosando las diversas realidades que nos hemos encontrado y que todas convergen en un punto: El trato inhumano de la Unión Europea con las personas migrantes y refugiadas e indicarles que Europa quiere sus recursos naturaleza, pero, que no les quieren, que no vengan. Todo es posible por el olvido y la indiferencia social de la ciudadanía, e, incluso, en el rechazo de un sector importante de la sociedad agrupado en la extrema derecha.

El campo de Kara Tepe

Es el campo actual en la isla de Lesbos que se construyó después del incendio que arrasó el campo de Moria. Este campo se ha construido con ayudas de la Unión Europea y la ONU, pero, no es un campo de personas refugiadas, sino una cárcel. Es un campo que está dentro de unos muros de más de tres metros con concertinas, con una entrada de acceso y controlada por la seguridad privada con presencia policial. Nadie puede entrar como antes y las mismas personas refugiadas son controladas. En la actualidad hay unas 3.000 mil personas, de las cuales, unas quinientas son niñas y niños.

Muchas organizaciones sociales que trabajan dentro han sido expulsadas con la excusa de que no son griegas y ante la petición de convertirse en una asociación griega la respuesta ese silencio administrativo. La comida es mala e insuficiente y tiene que hacer colas de unas tres horas diarias, con una atención médica tan escasa que se puede afirmar que no existe. No hay árboles y soportan mucho frío y humedad, está en la orilla del mar, y mucho calor; un calor sofocante. Cuando llueve entra el agua en sus habitáculos y todo el campo se convierte en un barrizal.

Las personas que le han dado el asilo y las que se les ha denegado no tienen derecho a comida y es cubierta por la organización Zaporeak en la medida de sus posibilidades. No hay vida social y cada día es la negación de la humanidad, de la propia vida y así lo expresan estas personas: “Cada día que pasa es un día que morimos un poco”.

El nuevo campo

Se está construyendo un nuevo campo a más de 30 kilómetros de la capital Mytilene, lo cual supondría un aislamiento total. Se está construyendo en medio de un monte, al lado de un vertedero, con una capacidad para 7.000 mil personas, donde hay cárcel en el centro para 2.000 mil personas; es una cárcel dentro de otra cárcel.

Es un campo alejado de toda población, en un monte que de producirse un incendio no tiene salidas adecuadas, con lo cual produciría muchas víctimas. Además de que se ha construido sin informes medioambientales pertinentes y, por eso, el Tribunal Supremo griego ha dictado que no se puede abrir sin esos in formes medioambientales favorables. El gobierno griego afirma que lo va abrir y quien se niegue a ello es porque es un traidor a la patria. La Unión Europea guarda silencio cómplice.

FOTO | Asociación Amigos de Ritsona

Devoluciones en caliente y los “hombres de negro”

Se ha normalizado las devoluciones en calientes tanto en el mar como cuando llegan a tierra. Así, cuando son interceptados en el mar, entre Turquía y Grecia, se les hostiga para que vuelvan a Turquía, que incluye, enganchar los botes a los guardacostas y arrastrarlos hacia Turquía. El barco que se hundió con 650 personas, con cientos de personas fallecidas, entre ellas muchos niños y niñas,  fue con motivo de esta práctica, pero, en este caso, en dirección a Italia. Lo arrastraron hacia Italia, pero, el barco zozobró y se hundió.

También se producen devoluciones en caliente cuando llegan a las costas. Aquí entra una figura siniestra y son los llamados “hombres de negro” –visten de negro–, que son una especie de grupo parapolicial que vigilan las costas griegas. Cuando detectan una embarcación, los esperan en las costas y los maltratan con gran crueldad y los obligan a subirse a otras embarcaciones para que regresen a Turquía. Algunas de estas embarcaciones se hundieron en esa devolución en caliente y murieron algunos de ellos.

Criminalizar las organizaciones

Sigue el proceso de criminalizar las organizaciones sociales que muestran un compromiso de acompañamiento, solidaridad y denuncia de las condiciones deplorables de las personas refugiadas a través de la figura penal de “colaborar en el tráfico de personas”. Lo vemos de una manera más pública en los barcos de salvamento marítimo como son el barco de Opem Arms o el de Médicos Sin Fronteras, el “Geo Barents”. Pero, también hay activistas sociales de diversas organizaciones acusados de tráfico de personas con una petición fiscal de varios años de cárcel por el mero hecho de ayudar.

Hay una situación que resulta indignante  y que provoca una rabia inmensa y es el hecho que si te encuentras alguna persona refugiada por la carretera y la recoges y la acercas a cualquier sitio y da la casualidad que la policía te para, posiblemente te acuse de tráfico de personas. Esto es absurdo, pero, es real.

Nos comentaban que si alguna organización recibía alguna llamada de teléfono de alguien que iba en un bote pidiendo ayuda no podían ofrecérsela en ese momento; se tenían que esperar a que llegaran a las costas, de lo contrario, le acusarían de colaboración con las mafias y serían inmediatamente encarcelados. Tremendo.

Esto ha dado lugar a que las organizaciones sociales establezcan, siguiendo consejos de los abogados, protocolos de actuación para evitar que los acusen y evitar entrar en prisión por ser humanos, por mostrar humanidad. Indudablemente, esto ha dado lugar a que personas hayan abandonado o que restrinjan su activismo por miedo a ser detenidos. El miedo es una de las armas más eficaz de los poderosos.

Indiferencia social

Sin duda alguna todo esto es posible porque hay una gran indiferencia social, incluyo muchos medios de comunicación, ante el drama de las personas que huyen de la guerra, del hambre o que no quieren formar parte de ningún bando porque se niegan a que sus vidas sean utilizadas para matar, torturar y violar.

Hace 8 años de la muerte del niño Aylan que apareció ahogado en las costas turcas y despertó una gran solidaridad y una gran concienciación. Pero, en la actualidad se ha diluido, donde la pandemia ha jugado una papel importante porque nos ha encerrado en nuestras propias vidas y no queremos saber nada del sufrimiento de los demás. Nosotros lo experimentamos porque cuando hemos vuelto casi nadie te pregunta de cómo está la situación por allí; en los primeros años había mucha gente que te preguntaba y que te decía cómo podía colaborar.

Esperanza

Después  de relatar todo estos hechos, alguien puede preguntar ¿cómo se puede hablar de esperanza? Se puede hablar porque son las propias personas refugiadas, padres y madres, que a pesar de todo, siguen luchando con esperanza por conseguir un lugar donde puedan recuperar sus vidas con el deseo de volver de nuevo a su país. Mantienen la esperanza porque es la muestra de ese inmenso amor a sus hijos e hijas por darles un futuro digno que la guerra les arrebató.

También hay esperanza en esas organizaciones que, a pesar del paso de los años, siguen al lado de estas personas, desde la ternura, la solidaridad y la defensa de sus derechos humanos. Organizaciones como Zaporeak, The Hope Project, Centro Legal de Lesbos, la plataforma Parea, que aglutina a una 11 organizaciones, Asociación Amigos de Ritsona, Lesvos Solidarity y la Iglesia católica de Mytilene… que crean espacios  tranquilos, seguros, de diálogo, de trato humano y como ellos manifiestan con alguna lágrima en los ojos: “Aquí nos tratan como personas. Aquí nos sentimos personas”.

Para terminar quiero recoger una situación enmarcada en la amistad, en la tristeza y en la denuncia del trato inhumano del gobierno griego y de la Unión Europea. Una persona refugiada que lleva 6 años en Lesbos, amiga para mí, me preguntó cuándo regresaba a España y le dije que pronto y él con mucha angustia y sin ningún reproche hacia mí, me dijo: “Yo, en cambio, sigo aquí esperando, esperando, esperando…”.