Dignidad, fraternidad y bien común en las elecciones del #23J

Dignidad, fraternidad y bien común en las elecciones del #23J
No es fácil reflexionar sobre el sentido del voto en las próximas elecciones, en medio de una campaña electoral altamente tóxica y un contexto social cada vez más polarizado. Ofrecemos unas reflexiones que pensamos pueden ser de utilidad a la hora de expresar meditada e informadamente las preferencias en las urnas.

Decía, hace poco, la presidente de la HOAC, Maru Megina, en la revista Vida Nueva, que la aportación de la comunidad cristiana a la política debería partir de su presencia en las periferias, “del lado de los empobrecidos, para desde ahí establecer el diálogo necesario que ayude a fortalecer las instituciones democráticas”.

Dignidad de la persona y bien común

Como cristianos y cristianas, es importante defender la idea de que “el poder de las instituciones reside en el pueblo y que es necesario un cambio de lógica en la que se ponga en el centro la dignidad de la persona y el bien común”, continuaba la presidenta de la HOAC y terminaba invitado a toda la Iglesia a “tener presente lo que el magisterio social defiende con claridad absoluta. Siempre tiene que ponerse del lado de los pobres. Ese fue el lado en que se situó Jesús”.

Conviene tener muy presente que el ambiente tóxico, en el que se ha desarrollado esta campaña electoral, incluso, la legislatura concluida, “nos aleja del bien común, de la fraternidad, de la amistad social y de la amabilidad con quien piensa diferente”, como refleja el artículo editorial de Noticias Obreras, de este mes de julio.

De ahí que el Papa exclame: “¡Pido a Dios que crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente efectivamente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestra sociedad! (…) ¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!” (Evangelii gaudium, 205).

La política en su sentido más noble ha de responder a las necesidades reales de las personas, buscando el bien común de la sociedad, que, “ante todo, no lo olvidemos, supone centrar la mirada en las necesidades y los derechos de los pobres para que no haya excluidos (cf. FT 187 y 188)”.

Fraternidad

La dignidad inviolable de la persona, como principio ético fundamental de la Doctrina Social de la Iglesia, nos recuerda la reflexión de la Comisión Permanente de la HOAC de cara al ciclo electoral que comenzó el 28M, que “la persona lo es plenamente “cuando pertenece a un pueblo, y al mismo tiempo no hay verdadero pueblo sin respeto al rostro de cada persona. Pueblo y persona son términos correlativos” (FT 182). Aunque la cultura es una dimensión esencial del pueblo, no es la raíz de este, es la “esencia fraterna” (FT 77) que nos constituye como personas”.

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Frente al concepto de nación como “instancia compacta que hay que salvaguardar, refugio donde el yo débil  (narcisista) puede encontrar la ansiada protección”, así definido en el certero Tema del Mes escrito por Daniel Barreto, “el pueblo no es uno ni uniforme; es plural, diverso, distinto, con intereses contrapuestos a veces. Por ello, ser pueblo es comprometerse a construir con el distinto, con el diferente, convertirse en “fermento eficaz con su estilo de vida cotidiana” (FT 231).

Desde esta perspectiva, hace falta armonizar “las necesidades e intereses personales con las necesidades e intereses que tenemos como pueblo, porque “un pueblo dará fruto y podrá engendrar el día de mañana solo en la medida que genere relaciones de pertenencia entre sus miembros, que cree lazos de integración entre las generaciones y las distintas comunidades que la conforman” (FT 53).

Servir al pueblo

Así, “servir al pueblo es poner un empeño especial para fortalecer y desarrollar su esencia fraterna”, de modo que “toda práctica política tiene que ser generadora de fraternidad, por ello, toda ideología que rompe la fraternidad es inmoral, contraria al pueblo y a la dignidad humana”.

Las prioridades políticas deberían centrarse en reducir las desigualdades y combatir el empobrecimiento y la exclusión social; avanzar en unas relaciones laborales más justas, garantizando la seguridad y salud en el trabajo; hacer efectivos derechos fundamentales como a la vivienda digna, promover la igualdad hombres-mujeres y que los jóvenes puedan construir un proyecto de vida; impulsar el cuidado de la salud física y psicológica de todas las personas; potenciar el cuidado del planeta; desarrollar unas políticas migratorias más humanas;  y promover una relaciones internacionales de solidaridad con los pueblos empobrecidos…, en definitiva, “servir y representar al pueblo desde el respeto y el cuidado de cada persona”.