El Papa señala el “desorden ético que marca el mundo del trabajo” como nueva forma de empobrecimiento

El Papa señala el “desorden ético que marca el mundo del trabajo” como nueva forma de empobrecimiento
El papa Francisco ha denunciado “el trato deshumano que se reserva a tantos trabajadores y trabajadoras; la retribución que no corresponde al trabajo realizado; el flagelo de la precariedad; las excesivas víctimas de accidentes”, consecuencia del “desorden ético que marca el mundo del trabajo”.

En su mensaje para la Jornada Mundial de los Pobres, que lleva como título No apartes tu rostro del pobre (Tb 4, 7) y que toda la Iglesia celebra el 19 de noviembre de 2023, el papa Francisco ha destacado la importancia de acoger a las personas empobrecidas y vivir la pobreza como compromiso cristiano.

En la primera parte, hace referencia al libro de Tobías en el Antiguo Testamento, donde se encuentra un testimonio de caridad y justicia. Tobia, a pesar de su propia pobreza y ceguera, siempre se preocupó por los demás y realizó obras de caridad. El Papa resalta la importancia de seguir su ejemplo y hace hincapié en la necesidad de “un compromiso político y legislativo serio” para hacer realidad los derechos de las personas empobrecidas.

El momento histórico no favorece la atención hacia los más pobres

El Papa destaca la importancia de prestar atención a las nuevas formas de pobreza y trabajar por la paz, la justicia y el diálogo. A Francisco le preocupa que se atienda más al bienestar personal y se silencien las voces y el sufrimiento de las personas empobrecidas. En este sentido, resalta el peligro de confundir la realidad virtual con la vida real y cómo esto afecta a la forma en que se percibe y se trata a los pobres. Y recupera la parábola del buen samaritano, clave en su encíclica Fratelli tutti, como una llamada a la acción personal y a no delegar en otros la responsabilidad de ayudar a los necesitados.

En este sentido, agradece a aquellos que se dedican a trabajar con los pobres y excluidos, reconociendo su labor como un testimonio del Reino de Dios, “no son superhéroes, sino vecinos cotidianos que se hacen pobres junto a los pobres y se comprometen en su servicio”; y subraya la importancia de acompañar: de escuchar, dialogar, comprender y brindar apoyo material y espiritual a las personas en situaciones de marginación y sufrimiento.

Francisco, recordando el 60 aniversario de la encíclica Pacem in terris de Juan XXIII, reclama la importancia de garantizar los derechos fundamentales de las personas, como el derecho a una vida digna, la seguridad personal y la asistencia en diversas circunstancias.

Junto al compromiso político para hacer realidad estos derechos, también enfatiza la necesidad de la “solidaridad y la subsidiariedad de tantos ciudadanos que creen en el valor del compromiso voluntario de entrega a los pobres, no obstante los límites y en ocasiones las deficiencias de la política en ver y servir al bien común. Se trata ciertamente de estimular y hacer presión para que las instituciones públicas cumplan bien su deber” y que quienes sufren las condiciones de pobreza puedan “ser implicados y acompañados en un proceso de cambio y de responsabilidad”.

Guerra, especulación, salarios indecentes, desorden ético del mundo del trabajo

El mensaje para esta jornada señala las nuevas formas de pobreza –guerra, especulación, salarios indecentes, desorden ético del mundo del trabajo– que se suman a las ya existentes.

Cita las áreas de guerra donde los niños son privados de un presente y futuro dignos. Apunta al aumento “dramático de los costos” en diferentes sectores, debido “a la especulación”, lo que lleva a muchas familias a vivir en condiciones aún más precarias. Indica que los salarios insuficientes obligan a las personas a hacer sacrificios que atentan contra su dignidad, como tener que elegir entre comida y medicinas. Una tesitura que puede superarse para defender el derecho a ambos bienes en nombre de la dignidad humana.

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Francisco también denuncia y hace hincapié en “el desorden ético que marca el mundo del trabajo”, cuyas consecuencias son un “trato deshumano que se reserva a tantos trabajadores y trabajadoras; la retribución que no corresponde al trabajo realizado; el flagelo de la precariedad; las excesivas víctimas de accidentes, provocadas a menudo por una mentalidad que prefiere el beneficio inmediato en detrimento de la seguridad”.

En este sentido, recuerda el pensamiento de san Juan Pablo II en Laborem exercens, para poner de relieve que el trabajo está al servicio de la persona trabajadora y no al revés, subrayando la importancia de valorar y proteger la dignidad humana en el mundo del trabajo.

Finaliza esta enumeración, “ya de por si dramática”, recordando el sufrimiento que afecta a las personas jóvenes. “Cuántas vidas frustradas e incluso suicidios de jóvenes, engañados por una cultura que los lleva a sentirse ‘incompletos’ y ‘fracasados'”.

Es una cuestión de justicia: “Son hermanos y hermanas”

El Papa concluye invitando a entrar en una relación personal con cada uno de ellos, “son personas, tienen rostros, historias, corazones y almas. Son hermanos y hermanas con sus cualidades y defectos, como todos”, mencionando a modo de ejemplo el Libro de Tobías, que enseña a actuar concretamente en favor de los pobres y restaurar las relaciones interpersonales afectadas por la pobreza.

“Es una cuestión de justicia que nos compromete a todos a buscarnos y encontrarnos recíprocamente, para favorecer la armonía necesaria, de modo que una comunidad pueda identificarse como tal. Por tanto, el interés por los pobres no se agota en limosnas apresuradas; exige restablecer las justas relaciones interpersonales que han sido afectadas por la pobreza. De ese modo, ‘no apartar el rostro del pobre’ conduce a obtener los beneficios de la misericordia, de la caridad que da sentido y valor a toda la vida cristiana”, subraya Francisco.

Finalmente, el mensaje resalta que nuestra atención hacia los pobres debe estar basada “en el realismo evangélico”. Al compartir con ellos es importante responder a sus necesidades concretas y no simplemente “liberarse de lo superfluo”. Por eso, enfatiza la necesidad de discernimiento para reconocer “las verdaderas exigencias de los hermanos y no nuestras propias aspiraciones”. Lo que más necesitan es “nuestra humanidad, nuestro corazón abierto al amor”.

Francisco nos recuerda, en Evangelii gaudium, que debemos descubrir a Cristo en los pobres “prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos” (n 198). «La fe –dice el Papa– nos enseña que cada uno de los pobres es hijo de Dios y que al servirles, servimos a Cristo mismo: «Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25, 40).