No somos tontos

No somos tontos
ILUSTRACIÓN | Nana Pez

Me siento raro. El momento presente es otro después de casi quince años de haber formado parte de los dispositivos comunes en las campañas electorales. Eran semanas vividas con intensidad e incertidumbre, de escrutar las encuestas y las tendencias de voto, de revisar los lemas, eslóganes, cuñas de radio y spot de televisión, analizar tendencias en redes sociales, la respuesta en mítines o mercados y programar agendas del día a día de candidatos y encuentros sectoriales. La tensión que nace del conflicto en la confección de listas, la planificación de estrategias y el diseño de acciones comunicativas que traen, al fin y a la postre, unos resultados u otros, ha dado paso a sentirme un espectador más del teatro partidista en el que se desarrolla esta parte de la política.

Visión amplia

Al estar ubicado en otro espacio y en otra parte, la de la ciudadanía, el lugar del común de las personas, la visión se amplía hasta el punto de comprobar que la realidad ofrece otra mirada distinta a la de quienes se hayan embarcados en esa operación –muchas veces enloquecida– de caza y captura para arañar votos y quitárselos al rival. Es la mirada del público que cada día trata de entender lo que está pasando, que trabaja y descansa, ríe y llora, disfruta y sufre una y mil veces. Porque de eso se trata, de construir una existencia repleta de matices, de ilusiones y esperanzas, de hacer frente a las adversidades que se presentan de muy diversas formas. De ejercer un derecho a elegir a quienes nos representan en municipios y comunidades autónomas, instituciones creadas para el bien común. Y reclamar que se nos tome en serio.

Hay personas que se creen muy listas. En realidad, son pillas, ya que parten de la base de que la ciudadanía es tonta. Que juegan con la ingenuidad o la bondad innata del ser humano para tratar de alcanzar objetivos innobles. El engaño, la mentira, la falsedad, la trampa o las artimañas no entran en este juego. Porque sí, nos jugamos mucho en cualquier proceso electoral. Máxime en el que tenemos a la vuelta de la esquina, que afecta a los gobiernos de trece de las diecisiete comunidades autónomas y a más de ocho mil ayuntamientos repartidos por toda la geografía nacional. Nos referimos a la política institucional más cercana a la gente, la que decide políticas con las que las familias puedan disfrutar de un nivel de vida digno y servicios públicos de calidad. Que permita luchar contra la desigualdad y el empobrecimiento desde la centralidad del trabajo decente, así como conseguir una educación y una formación pública de calidad.

Lugares habitables

Hablamos de contar con las aportaciones en todos los ámbitos de desarrollo (investigación tecnología, educación, sanidad…) para crear una sociedad más ética y comprometida, al igual que hacer posibles políticas que reviertan la situación de la España vaciada y desarrollar las medidas legislativas aprobadas que faciliten los derechos y la inclusión social de las personas y colectivos más vulnerables. Como hacer de nuestras ciudades y pueblos lugares habitables para las personas, cuidando el medio ambiente y la casa común.

Y para todo ello contamos con muchas pequeñas personas que, con pequeñas decisiones, con pequeños gestos de gratuidad y entrega al servicio público, hacen cosas muy grandes. Son esas concejalas, esos concejales, diputados y parlamentarias que se toman en serio su trabajo, por el bien común, frente a quienes solo lo hacen por intereses ocultos de minorías privilegiadas que buscan el beneficio propio. Y no solo ellas, porque en este empeño debemos estar todos y todas, allí donde vivamos. Con el fondo de nuestros barrios, pueblos y ciudades.

Promesas vacías

Por eso comprenderán que, cuando hay quienes quieren convertir la política en un espectáculo con la descalificación, el insulto y la crispación, les lancemos una serie de preguntas: ¿No tenéis nada mejor que hacer? ¿Es que vuestro mejor proyecto solo pasa por culpar a los otros de lo que hacen? ¿Es que no os dais cuenta de que las ocurrencias de última hora o las promesas vacías de contenido son la muestra de la poca seriedad que le dais a la política? En definitiva, ¿es que os habéis creído que somos tontos? Pues no. Pasen de largo.

 

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Este artículo ha sido publicado originalmente en el blog Al cabo de la calle.