¡No nos dejemos robar la esperanza!

¡No nos dejemos robar la esperanza!

El papa Francisco, al recordar las consecuencias sociales y personales que ha dejado la pandemia –el aumento del individualismo, la desigualdad, el empobrecimiento, la violencia entre países y hermanos– nos señala que épocas difíciles, como las que hoy vivimos, representan un desafío que nos llama a convertirnos en signo de luz y esperanza ante las dificultades de la vida cotidiana.

La Iglesia necesita que el espíritu sinodal se arraigue en su modo de ser, lo que significa practicar permanentemente el sano ejercicio de caminar juntos. En esa dirección, plantea escuchar a los hombres, mujeres, mayores, jóvenes… con rostros y apellidos, y escuchar los latidos de los signos de los tiempos, y escuchar la voz del Espíritu.

Esto es, en síntesis, lo relevante del mensaje de Francisco en la última asamblea del Foro Internacional de Acción Católica (FIAC), realizada en noviembre de 2022. Desde esta clave, tal vez encaje mejor el momento significativo que la Acción Católica Especializada de la Iglesia española ha elegido para hacer pública una declaración conjunta ante los procesos electorales municipales y autonómicos del próximo 28 de mayo.

La Fraternidad Cristiana de Personas con Discapacidad (FRATER), la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), la Juventud Obrera Cristiana (JOC), la Juventud Estudiante Católica (JEC), el Movimiento Rural Cristiano (MRC), el Movimiento de Jóvenes Rurales Cristianos (MJRC) y Profesionales Cristianos (PX), entidades que componen la ACE, son conscientes de esos tres procesos de escucha y de la importancia de entender «la mejor política», como aquella que es capaz de hacer posible el desarrollo de una comunidad, capaz de realizar la fraternidad y la amistad social (cf. Fratelli tutti), como un servicio para el auténtico desarrollo de las personas y el bien común.

El camino está lleno de heridos y de heridas. Por eso, juntas destacan la necesidad de que las personas que desempeñan un servicio público impulsen y se involucren en políticas que permitan a todas las familias disfrutar de un nivel de vida digno y disponer de servicios públicos de calidad, así como implicarse en la lucha contra la desigualdad y el empobrecimiento desde la centralidad del trabajo decente.

Juntas enfatizan la importancia de prestar atención a la precariedad laboral y al desempleo juvenil, garantizar una educación y formación pública y de calidad, fomentar la cultura, revertir la situación de la España vaciada, desarrollar una política de cuidados e impulsar ciudades y pueblos habitables para las personas y el medio ambiente.

Esta Iglesia samaritana y comprometida en sus distintos ambientes, apuesta por transparentar el mensaje de la Buena Noticia y a colaborar para que las instituciones estén al servicio de las necesidades de las personas, que también deben ser conscientes de su derecho y deber de recordar, acompañar y exigir a los representantes políticos los compromisos adquiridos para asegurar una democracia de calidad, al servicio de las personas y del bien común.

Sabemos que nuestra entrega es necesaria pues el pueblo de Dios estamos llamados a ser «personas-cántaros para dar de beber a los demás. A veces el cántaro se convierte en una pesada cruz, pero fue precisamente en la cruz donde, traspasado, el Señor se nos entregó como fuente de agua viva. ¡No nos dejemos robar la esperanza!» (Evangelii gaudium, 86).