El “fracking” se nos cuela por la ventana
Hace justo diez años esta página se refería a las maldades ambientales del fracking y de la necesidad de prohibirlo, y así sucedió en 2021 por la Ley de Cambio Climático y Transición Energética. Sin embargo, parece que, hecha la ley, hecha la trampa, porque se vetó el sistema de extracción, pero quedaron rendijas que la industria se aprestó a transitar.
España es el segundo importador de gas natural licuado (GNL) procedente de EE UU. «Un 28,9% de las importaciones de gas proceden de lugares donde este combustible fósil se obtiene mediante fractura hidráulica», revela el informe España: el fracking llama de nuevo a tu puerta, elaborado por la ONG Food and Water Watch y publicado aquí por Gas No es Solución, una red formada por una veintena de organizaciones ambientales y sociales contrarias a la expansión y el impulso del gas fósil en España y la exploración con este objetivo en todo el mundo.
¿Tan malo es el fracking? Pues sí. Una década atrás citábamos un verso de Miguel Hernández para expresar que extrae el gas «a dentelladas secas y calientes», pero lo cierto es que sus dentelladas de secas no tienen nada. En castellano se llama «fracturación hidráulica» –el idioma del imperio, ya se sabe, es más conciso– porque consiste en inyectar en la roca a alta presión grandes cantidades de agua (entre 9.000 y 29.000 metros cúbicos por pozo), arena y productos químicos para que el petróleo y el gas fluyan hacia la superficie. Además de la sobreexplotación y de las posibilidades de provocar movimientos sísmicos, el riesgo de contaminación del subsuelo y los acuíferos es muy elevado, con efectos negativos sobre la salud de las comunidades afectadas.
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Periodista
Autora del libro de Ediciones HOAC Maneras de vivir