Emilce Cuda, teóloga: «La Iglesia siempre fue la unidad en la diferencia»

Emilce Cuda, teóloga: «La Iglesia siempre fue la unidad en la diferencia»
Emilce Cuda. Foto | revista Vida Nueva
A escasos días de cumplirse el décimo aniversario del pontificado de Francisco, conversamos con la teóloga argentina Emilce Cuda, integrante de varios organismos vaticanos, como la Pontificia Academia Provida, a la que se ha incorporado recientemente, miembro del equipo consultor de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM) y profesora de Loyola University de Chicago.

Las insistencias del papa Francisco con el trabajo y con los trabajadores son clave de su pontificado. Como experta de «El futuro del Trabajo», de la International Catholic Migration Commission (ICMC), ¿qué significa el trabajo en el pontificado de Francisco?

El trabajo salió del discurso, no solamente del discurso político, donde las campañas tanto en Europa como en el resto de los continentes giran en torno a lo que se conoce como provida. También salió del discurso católico, porque estamos siendo, de alguna manera, eco de un discurso que se está manejando en el campo de lo político.

Se ha instalado una lucha del derecho por la vida, limitada a dos momentos de la vida: el nacimiento y la muerte. Sin embargo, en el entretiempo, todo lo que implica la vida de una persona, no es posible sin trabajo digno, pero ningún tipo de vida es posible sin trabajo.

El gran tema es el trabajo, dice el papa Francisco. El trabajo en todas sus formas, el trabajo de las especies que también reproducen la vida. El trabajo justamente es lo que genera la energía para que tengamos vida, la vida que tenemos hoy, de confort, con electricidad, con tecnología detrás, oculta un trabajo humano que no lo vemos, porque está invisibilizado, no solamente porque los trabajadores están lejos de nuestras casas, sino porque, como trabajan de manera informal, también están ocultos en los productos brutos de cada país. Esa energía que sostiene la vida y que se genera con el trabajo no aparece.

Hay que volver a instalar en el discurso de la vida la importancia del trabajo. Hablar de la vida es hablar de la vida de las personas que son personas que trabajan, todos trabajamos. Dios trabajó para crear el mundo, imitar a Dios es imitarlo en la única actividad que conocemos de él, que es el trabajo, de manera creativa, por supuesto, no un trabajo en condiciones de explotación.

El papa Francisco asocia la palabra trabajo con creatividad. Cuando le impedimos a las personas trabajar, les estamos impidiendo expresar lo divino que tienen en sí, que es la creatividad, como cocreadoras de Dios. Cuando decimos que el trabajo expresa la dignidad humana, hay que ir un poco más al fondo con eso, eso es realmente la imago Dei, la imagen de Dios.

¿Qué actitudes y compromisos debería desarrollar el conjunto del pueblo de Dios para que sea posible la promoción y extensión del trabajo digno y de la economía del bien común?

La respuesta la da el papa Francisco en su encuentro con estudiantes universitarios de África, el primero de noviembre pasado, donde llama a la organización política.

Ahí dice que las causas de la miseria en la que viven y que les obliga a migrar es el robo de las riquezas naturales que Dios le dio a ese continente para que tuviera vida. Y cómo esa riqueza, convertida en renta y fugada en divisas, impide la vida de esas personas, la solución que da el papa Francisco, claramente, es la organización de la comunidad. Les llama a organizarse, a tomar la decisión de unirse para salvarse, de hacer una doctrina política propia, que no sea de izquierdas ni de derechas, que nadie de afuera les venga a decir qué hacer o no hacer.

Imitar a Dios es imitarlo en
la única actividad que conocemos
de él, que es el trabajo, de manera
creativa, por supuesto, no un trabajo
en condiciones de explotación

Esto significa que cada contexto social, político y económico es diferente. Nadie puede ir a ejercer el colonialismo, en ninguna de sus formas: ni académica, ni sindical, ni políticamente, en otro contexto. Cada uno, en la memoria de sufrimiento de cada comunidad, tiene que tomar la decisión de unirse para salvarse. Eso es una comunidad organizada, eso es doctrina política. El Papa, incluso, les dice que sean valientes, porque eso puede suponer el martirio. El trabajo se defiende con organización política.

Usted ha promovido el diálogo entre el Francisco y estudiantes universitarios. Más allá de la importancia del evento en sí, ¿qué supuso este encuentro?

Lo importante del diálogo del papa Francisco con los estudiantes, según mi modo de ver, es que fue el único acto donde el Santo Padre participa del diálogo sinodal. Él, como obispo de Roma, se pone a escuchar y a dialogar con una parte del pueblo de Dios, que son los universitarios. Participó de la sinodalidad, lo vieron millones, participó escuchando a todos los estudiantes de América y a todos los estudiantes de África.

Lo que nosotros vemos en el video son apenas algunas personas hablando con el Papa, pero no fue una hora, hubo de tres a seis meses de trabajo sinodal entre todos los estudiantes de cada una de las universidades, donde se seleccionan cuáles eran los temas a debate. Luego eligieron quién los iba a representar y platicaron, entre ellos con el Papa, durante mucho tiempo.

Más allá de los contenidos del diálogo, más allá de las actividades, del diálogo Norte-Sur en América, en África, habrá propuestas, que ya se están llevando adelante, como cursos universitarios, eventos sobre ética, teología… Debería quedar en la historia que el Papa participó del diálogo sinodal con estudiantes, con jóvenes, que los jóvenes también son de Francisco.

¿Qué relevancia tienen los movimientos populares para Francisco y para la Iglesia universal?

Lo que hace el Papa es visibilizar algo que ya estaba. Hace un acto de reconocimiento, reconoce a aquel que nadie reconocía. Donde antes había ruido, ahora hay voz, donde antes eran personas disconformes con el sistema que hacían ruido con su lenguaje, que no es el de la palabra de los medios hegemónicos, hoy hay una voz. Se ha pasado de un ruido a una voz, porque hay una persona con legitimidad que es el pontífice que los escucha, que los nombra por su nombre, que los hace visibles.

Eso es el comienzo de lo que vamos a llamar después la sinodalidad. Van de la mano para poner en relación a todo el pueblo de Dios, eso es la sinodalidad: poner en diálogo a todo el pueblo de Dios. Hay que ir a buscar a los márgenes hasta la última oveja que no se perdió, sino que la echaron. Claro que, antes había que reconocer las periferias, había que hacerlas visibles. Sin esa visibilidad y sin ese reconocimiento, no hubiese sido posible iniciar un proceso tal que incluya a todos, porque ahora hablamos de un sínodo que tiene que escuchar a las periferias.

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¿Qué momento está viviendo hoy la Iglesia en Latinoamérica?, ¿qué frutos está dando el Sínodo de la Amazonia?

El sínodo pone a América Latina en la modernidad. Es un continente que va al frente, es innovador, cuando parecía que ya no había más. La producción de una nueva teología emerge en América Latina: la Teología de la Liberación, con todas las luchas y las negaciones que eso ha implicado, en un momento, donde esta estructura, este modo de Iglesia, este clericalismo que queremos cambiar, en América Latina encuentra otro modo de organización, que ya no es solamente la Conferencia Episcopal sino las conferencias eclesiales.

En América Latina no estamos
discutiendo la teología filosófica,
estamos dialogando por ver
cómo salvamos la creación

América Latina está dividida en tres conferencias eclesiales: la Conferencia Eclesial Amazónica, que juntó a todos los países del Amazonas; la Red Mesoamericana, que juntó a los países de Centroamérica y el Caribe; y la Red Gran Chaco y Acuífero Guaraní, que juntó a los países del Sur-Sur. América Latina empieza y encuentra otros nuevos modos de diálogo, que no son simplemente el de una Iglesia clerical que escucha a las personas en sus protestas casi como si fuera una escucha psicoanalítica o policíaca. De ninguna manera, es la organización de la Iglesia que, por supuesto, incluye al clero, las religiosas, los laicos, distintos sectores sociales, otras religiones…. Dialogan, y el diálogo no es una protesta solamente contra el clericalismo, sino fundamentalmente sobre cómo cuidar la vida, cómo hacer realidad los sueños.

¿Qué cabe esperar del proceso sinodal?, ¿cuáles son sus impresiones de esta fase inicial, está calando en todo el mundo una nueva manera de caminar juntos? ¿cuáles son las resistencias detectadas?

El debate que abrió América Latina no es el mismo debate que abrió Europa. En América Latina no estamos discutiendo la teología filosófica, estamos dialogando por ver cómo salvamos la creación. El proceso de diálogo, que es el sínodo, tiene distintas resoluciones y abre distintas puertas y caminos en los distintos continentes.

Cuando se habla de la resistencia al sínodo, hay que tener en cuenta que el sínodo viene de los años 60 del siglo XX. La aceptación que tiene el Papa no es ni más ni menos que la que han tenido otros pontífices. La Iglesia siempre fue la unidad en la diferencia. Algunas personas imaginan que la Iglesia debe ser tal o cual cosa. Algunos quieren una Iglesia del siglo XX, que ya no es posible. Esta división se da en todos los países del mundo, también en América Latina, por supuesto, pero entre el pueblo, los trabajadores y los universitarios la aceptación es enorme.

La reforma de la Iglesia de Francisco no es una idea de este Papa. Es la reforma que pensaron los padres conciliares en el Vaticano II. Como toda reforma lleva un tiempo de implementación. La Iglesia es una institución de dos mil años y esos cambios no pueden hacerse en cuatro años. Es verdad que ya vamos por casi 60 años. Pero es un tiempo normal para una institución de siglos. Francisco ha tomado la decisión de poner en marcha esa reforma.

Foto | www.adn.celam.org

Es claro el llamamiento del Papa a escuchar el clamor de los pobres y de la Tierra, ¿cómo se concreta este proceso en América Latina, ante las desigualdades, el avance del extractivismo y la toma de conciencia del pueblo como garante de la creación?

Algunos invisibilizan el magisterio social del Papa y reinstalan eternamente los problemas sexuales para dejar de hablar de los problemas reales, que son el extractivismo, la explotación, la migración…, y el modo de actuar del pueblo frente a eso. La prueba está en los resultados electorales de los últimos tiempos en América Latina, un continente que vuelve a instalar en el Gobierno a representantes de los sectores populares, en sintonía con el magisterio social del papa Francisco o así lo expresan.

Por supuesto, en Europa se llama a todo populismo, sin entrar en detalles y, a veces, hasta con una falta de respeto hacia Gobiernos democráticamente elegidos por mayoría del pueblo. Esos Gobiernos hacen lo que pueden y la causa de sus éxitos y fracasos no tiene tanto que ver con la corrupción. El magisterio del papa Francisco apunta que la causa de la miseria tiene que ver con un sistema que mata, de muy variadas formas, básicamente a través del robo de recursos a las periferias.

En el escenario actual de desigualdad, de conflictos bélicos y polarización, ¿cómo el magisterio de Francisco puede servir a la política, qué claves destacaría?

El problema que genera el Vaticano II, al menos en el ámbito en que yo soy especialista, que es lo social y lo político, es quien juzga. A quién se reconoce como sujeto jurídico. Hay que entender la participación como decisión. La participación en sentido liberal es poner un voto cada cuatro años, la participación en sentido popular es ser reconocido en las decisiones. Participar es decidir, pero para que alguien lo deje decidir y su decisión sea tomada en cuenta, tiene que ser reconocido como un sujeto jurídico, como un sujeto capaz de juzgar.

En términos eclesiales, Francisco nos habla del sujeto de discernimiento, que no es un discernimiento individual, sino un discernimiento comunitario. La iglesia toma una palabra pública en la calle. En un momento, donde hay un cambio de época, donde tenemos crisis institucionales, donde tenemos amenaza de caos políticos, la Iglesia católica con el papa Francisco a la cabeza, está surfeando esa ola, colocando adelante a esta institución, el Cuerpo Místico, e instalando otro estilo de vida con sabor a Evangelio.

Es una vida de participación, de reconocimiento, de participación en la decisión sobre qué hacer con nuestras riquezas y nuestro modo de vida. Eso es lo que está haciendo la Iglesia, mientras el resto de las instituciones terrenales están pegando manotazos de ahogados. El Papa con la sinodalidad, está marcando el paso de un modo de hacer política en este cambio de época. Por eso el lema del sínodo es comunión, participación y misión. Comunión significa unidad, participación significa decidir todos sentados a la mesa, misión es salir a curar el mundo que es el viejo Ver, juzgar y actuar, dicho de otro modo. Estamos en el siglo XXI, las cosas cambian, las palabras también.