En el último momento… Gracias, Julio
Si es difícil hablar de un amigo, más lo es hacerlo de una persona que ha sido compañero en el seminario, condiscípulo en Psicología, maestro y compañero en múltiples acciones de militancia cristiana y obrera.
Eso me pasa con Julio.
Aunque a Julio Ciges Marín lo conocí en el seminario de Montcada, era de cursos superiores, por lo que poco recuerdo de esa ápoca. Sin embargo, sí lo recuerdo en su Mobylette campera, saliendo de la facultad de Psicología, tan grandote como lo ha sido siempre.
Pero cuando se empezó a fraguar mi relación con él fue a partir de que fuera destinado a la parroquia de San Ramón y San Vicente, de Xirivella, junto con otro sacerdote, obrero y sindicalista de la CGT: Enrique Gil.
De esas conversaciones conmigo primero y con Xaro y conmigo, después, se fue gestando una experiencia vital que me ha configurado hasta la médula y que me ha ayudado a ser lo que intento ser: un aprendiz de cristiano, dentro de la HOAC.
Pero no pretende esta confesión-recuerdo, ser una oda a mi hermano Julio, donde todo parezca fácil y previsible. Julio no era, en esa época que empecé a ser consciente de él, una persona con la que se trabajara fácilmente en equipo: muchas cosas las dejaba para última hora y era duro de convencer. ¡Cuántas discusiones acaloradas hemos tenido! Conmigo y con otras de las personas que fuimos conformando una pequeña comunidad en torno a la parroquia… y si no, ¡que se lo pregunten a mi mujer!
Decir que Julio trabajaba en equipo “un poco regulín” y que era pasional en sus convicciones no es hablar mal de él, es decir que era humano, emocional y valiente.
Julio me ayudó a madurar en mi fe. A iniciarme en una relación de adulto con mi Iglesia, a desperezarme en mi militancia cristiana y en mi compromiso sociopolítico.
Supo trasmitirme su pasión por Jesús de Nazaret en dosis que me fueran calando, que no resbalaran demasiado en una piel acostumbrada al costumbrismo religioso imperante…
Julio me ayudó a abrir los ojos a un Dios que no era justiciero. En palabras de Enrique (su compañero sacerdote) se trataba de un Dios que, más que Todopoderoso, era ¡Todoamoroso!
Poco a poco, sin que se notara, fui entrando en una dinámica hoacista que me ayudó a redescubrir la fe. Uno de los hitos más importantes fue vivir la experiencia de que Dios era ante todo Padre y que ningún padre que se precie, quiere el mal de sus hijas e hijos.
Las experiencias de vida que fuimos conformando en mi parroquia de Xirivella me ayudaron a madurar como persona y como cristiano, y ver a mi Iglesia desde ese plano de adulto, sin milongas, sin edulcorantes y, sobre todo, sin magia. Jesús, así, se mostraba mucho más humano… ¡y más Dios! y ello me interpelaba y me sigue interpelando para seguir avanzando en el proyecto del Reino.
En nuestro proceso de aprendizaje, el grupo de personas que conformábamos esa comunidad dentro de la comunidad parroquial de San Ramón y San Vicente de Xirivella, disfrutamos de las fiestas de moros y cristianos de Anna, donde él lucía su traje y desfilaba con orgullo de ¡capità moro! O cuando nos íbamos a ver fallas y, cansados de esperar el castillo decía “¡gritem o no gritem!” o cuando se vestía con traje y corbata todos los Jueves Santos y piropeaba a la luna, porque nos decía que ¡la luna había contemplado a Jesús!
Todas estas experiencias vividas y muchas más lo sitúan como un hombre –un hombretón, más bien–, lleno de pasión y de vida, que desbordaba su amor por Jesús y su amor por las personas.
Ese crecimiento personal hizo que saliéramos a Catalunya a conocer una experiencia de encuentro de cristianos… que luego se cristalizaría en nuestra tierra en el Fòrum Cristianisme i Mon d’avuí.
Yo estaba allí, con cuatro más (incluida la estimada María del Mar), ¡iniciando la experiencia más maravillosa que hemos tenido cristianas y cristianos en València en toda nuestra vida! Sí, yo estaba detrás de las cortinas, haciendo de técnico de sonido, cuando no sabía… y Julio estaba allí, remugando y felicitando a todas y todos, cuando acabábamos la experiencia, un año más y contra viento y marea… Cuánto ha sufrido Julio por la incomprensión que ha tenido la jerarquía valenciana de esta experiencia que ha resultado ser un soplo de aire fresco para tantas cristianas y cristianos, no solo de València, también del País Valencià y de otros lugares. ¡¡Bendito Fòrum!!
Podría poner en esta carta numerosas discusiones por concreciones de tareas, de compromisos, pero si algo recuerdo con especial emoción, es su respeto por mi propio ritmo personal.
Respeto, respeto y más respeto, para que mi vida se fuera fraguando en el fuego tierno y amoroso del Dios que es Madre y que es Padre.
Y como no podía ser de otra manera, permitirme esta licencia: Julio se esperó hasta que todo quedó en el orden que consideró, habló con quien tuvo el honor de acercarse a despedirse y se dejó ayudar en su debilidad. Otra vez es de justicia hablar de María del Mar, siempre presta para el servicio.
Así, en el último momento, pudo irse en paz con su Dios, que es nuestro Dios.
Gracias, Julio por haberte cruzado en mi vida. Saluda a Enrique, a mis padres y a tantas personas, cristianas, musulmanas, ateas… gente de toda raza y nación, que ayer lucharon por hacer de este, un mundo más humano, más a la imagen de Dios, aunque no lo hayan conocido.
Julio, junto con todas las santas y santos de Dios, ¡ruega por todas nosotras!
Psicólogo y militante de la HOAC de València.
Funcionario de carrera, actualmente trabajo como subdirector de la Residencia de Recepción de niñas y niños que entra en los SS.SS.
Interesado e implicado en menores migrantes y en acogimiento familiar.