Elecciones en Perú: votar por el bien común
Antes las próximas elecciones municipales y regionales de este 2 de octubre, Carlos Alejos, del Movimiento de Trabajadores Cristianos de Perú, miembro del MMTC, nos recuerda —en un mensaje de WhatsApp dirigido a la Redacción— que la democracia no se limita al voto, sino que comprende el esfuerzo constante de construir una nueva sociedad.
Mientras muchas de las regiones se ven afectadas duramente por la violencia y la criminalidad, la política peruana se enfrenta a graves acusaciones de corrupción. Sin embargo, son muchas las voces civiles y eclesiales que reclaman un proceso claro y llaman a la elección de quien busque el bien común y no intereses particulares.
En los procesos electorales, la ciudadanía no puede limitarse a acudir a las urnas, sino que está llamada a ir más allá, implicándose y participando en la articulación de toda organización que apuesta por una sociedad incluyente, democrática, que tienda al bien común y a la ecología integral. Las organizaciones sociales han de perseguir también la incidencia política y fomentar la participación ciudadana vigilante.
En esta coyuntura, conviene recordar el editorial de la revista Signos del Instituto Bartolomé de las Casas y el Centro de Estudios y Publicaciones, así como la homilía del arzobispo de Lima, Carlos Castillo, ante las autoridades del Congreso de la República.
La revista Signos entiende que el contexto de estos comicios está marcado por la crisis derivada de la defensa interesada de un modelo económico agotado y la resistencia a reformar el Estado como parte de un nuevo contrato social, un contrato social en el que el Estado refleje los intereses de la ciudadanía.
Recuerda el artículo editorial que la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP), ha señalado oportunamente que “es vergonzoso y decepcionante que el Perú sea uno de los cuatro países que registran el mayor índice de percepción de corrupción en América Latina”, por lo que creen necesario “orientarse hacia el Bien Común, superando una cultura patrimonialista donde no se distingue el bien público del privado, o donde se considera la cosa pública como propia”.
La mejor forma de construir un nuevo contrato social y darle prioridad al bien común es preocuparse por los más pobres
Así, se puede leer que “la mejor forma de construir un nuevo contrato social y darle prioridad al bien común es preocuparse por los más pobres, pues si mejoran su calidad de vida se traduciría en beneficios para el conjunto de la sociedad”.
No obstante, denuncia el artículo, “prevalece una economía que se basa en la capacidad que puedan tener los pobres de “rascar la olla”, y si los especialistas señalan que tenemos una economía fuerte en su conjunto, “lo es para una pequeña minoría y los acreedores externos”.
De ahí que además “elegir bien a nuestras autoridades”, hace un llamamiento a “construir mecanismos de exigencia ciudadana a nuestras autoridades locales y regionales para que pongan por encima las necesidades de la ciudadanía, aquel bien común que permita una mejora colectiva y que conecte con los problemas cotidianos de las personas”.
También el arzobispo de Lima, en el Bicentenario del Congreso de la República denunció la deriva de las instituciones, incluyendo también la propia Iglesia: vemos una enorme deslealtad institucional, una tendencia a usar las instituciones en favor particular y no en favor del interés general que es el bien común de la Patria. Y esto no solamente lo digo – e intensamente lo quiero reafirmar – no solamente ocurre en las instituciones del Estado o en diversas instituciones públicas, también existe en la Iglesia, también existe en las instituciones privadas donde se liquida vivamente, sin esperanza, la posibilidad de construir juntos un futuro”.
No por casualidad, citó un discurso de Francisco Javier de Luna Pizarro, que fue, en tres oportunidades, presidente del Congreso Constituyente, en el que decía que “la nobleza de carácter, la firme adhesión a los principios universales de equidad, de justicia, de moral del Evangelio en el amor de Dios y de los hombres, es el fondo y sumario de la ley; en que el espíritu de sacrificio y el amor a nuestros semejantes combate el desastroso principio del interés personal”.
También hizo suyo el llamamiento del papa Francisco a la amistad social, al trabajo en el bien común y a deponer aquellas cosas que puedan impedirlo. Así concluyó con una apelación al diálogo, el entendimiento y el pacto entre posiciones diferentes: “empecemos todos juntos a pensar un programa común de puntos fundamentales a resolver en donde todos estemos de acuerdo y, de esta manera, la Iglesia, las instituciones, los grupos, las universidades, los congresistas, el poder ejecutivo, el poder judicial, todos, colaboramos para resolverlos, sobre todo, el hambre, que es una de las cosas más serias que estamos viviendo”.
Redacción de Noticias Obreras.