No otra Iglesia, sino una Iglesia distinta
El pasado 11 de junio tuvo lugar en Madrid la Asamblea final sinodal de la Iglesia española que ponía fin a la primera etapa del camino sinodal.
En este camino compartido han participado 14.000 grupos sinodales con más de 215.000 personas, en su mayor parte laicos, aunque también consagrados, y sacerdotes. Ha habido aportación de las 70 diócesis, con un total de 13.500 grupos parroquiales, numerosas congregaciones religiosas, 11 CONFER regionales, 215 monasterios de clausura, 20 Cáritas diocesanas, 37 movimientos y asociaciones laicales, 21 institutos seculares.
En este encuentro se ha presentado el documento de síntesis que será remitido, junto con todas las aportaciones recibidas, a la Secretaría General del Sínodo. En él se recoge cómo este proceso ha sido «un momento de gracia, construido desde la escucha mutua, activa y respetuosa» y en la que se ha experimentado la apertura a los otros, el hablar con franqueza, compartir experiencias gratificantes e intercambios constructivos. El diálogo fraterno y la reflexión compartida han hecho experimentar ilusión y esperanza. «Una oportunidad para dinamizar la comunidad, que expresa su deseo de seguir caminando juntos».
De este proceso, según recoge el documento, surge la llamada a caminar juntos y a renovar e incrementar nuestro modo de participar en la Iglesia. Llamada que implica tres urgencias que abordar, claramente entrelazadas: crecer en sinodalidad, promover la participación de los laicos y superar el clericalismo.
Respecto a la primera se afirma que «se trata de promover otras estructuras de participación que corresponsabilicen al Pueblo de Dios en la acción evangelizadora y caritativa de la Iglesia».
Respecto a la segunda se menciona la necesidad de «la presencia acompañada de los laicos en el entramado social: asociaciones de vecinos, sindicatos, partidos políticos, economía, ciencia, política, trabajo, medios de comunicación, entre otros, y de superar un estilo de vivir la fe “hacia adentro”».
En cuanto a la superación del clericalismo supone «vencer la pasividad y la falta de implicación de muchos fieles laicos en la edificación de la Iglesia» para que esta pueda ofrecerse de manera especial a aquellas personas que se sienten en la periferia. Y de aquí surgen otras dos cuestiones a trabajar:
- Una formación integral de formación del laicado, con especial incidencia en la Doctrina Social de la Iglesia y que forme acompañantes cristianos para las comunidades.
- Una celebración, «que nos introduce en la comunión profunda con Dios y con los hermanos» y «que finaliza con el envío a la sociedad».
Hemos de acoger la oportunidad de este proceso universal de consulta, abierto, sin más limitaciones que las que cada uno y cada una nos pongamos a la participación en él (por negativismo, por no creérnoslo, por poner el horizonte en las conclusiones más que en el proceso mismo).
Sentimos que está brotando una Iglesia más abierta y acogedora, que promueve un mayor testimonio de las y los cristianos en los ambientes, y que quiere abordar con seriedad el protagonismo del laicado en la toma de decisiones dentro de la Iglesia.
El proceso es un avance extraordinario, comienzo de una nueva etapa que marca nuevos métodos y prácticas, que han venido para quedarse, que suponen un cambio imprescindible para transitar hacia una Iglesia más fiel al Evangelio, capaz de tender puentes y escuchar al Espíritu en el lamento de los pobres y de la creación.
Quedará aún mucho camino por recorrer, será necesario entrar en dinámicas de discernimiento comunitario que todavía no son habituales en nuestra Iglesia, pero sin duda el Espíritu va abriendo nuevos caminos que nada ni nadie podrá cerrar, aunque tardemos en poderlos transitar. •
Comisión Permanente de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC).
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