Nicolás del Mastro, Fundación Alameda: “Tenemos que pensar en una economía sin trata”
Nicolás del Mastro pertenece a la Fundación Alameda, que desde hace 20 años lucha en Argentina contra la trata y la explotación de personas. Esta organización comenzó su trabajo en la crisis de 2001 involucrándose en la promoción de la seguridad alimentaria.
En contacto con la población migrante de la periferia de la Ciudad Autónoma de Buenos, descubrieron el fenómeno de la explotación en talleres clandestinos textiles, a raíz de lo cual emprendieron el esfuerzo de denuncia contra las mafias.
El entonces cardenal Bergoglio, papa Francisco, se sumó al reclamo de justicia para las víctimas de explotación. Fue el inicio de este labor de lucha contra la trata y explotación de personas que se mantienen a día de hoy con un enfoque más federal.
¿Hay, tal vez, alguna experiencia de cómo era en ese entonces la Fundación y con el Cardenal Bergoglio al frente? ¿Cómo era el trabajo, algún pasaje en especial que querrás compartir?
Bueno, en ese momento el Estado no tenía una legislación, es decir, no había una persecución penal de estos delitos. La trata es un delito de crimen organizado. Y en Argentina se empezaban a organizar las instituciones del tercer sector o de las organizaciones de la comunidad que hacían acompañamiento a familiares de víctimas, se hacían reclamos judiciallizando estas instancias, entonces, había mucha participación comunitaria en en una salida laboral ante esas situaciones dolorosa que atravesaban las las víctimas.
Muchas veces esas misas se hacían en alguna plaza muy significativa de la ciudad, donde las ofrendas eran desde los expedientes judiciales que no se movían
Lo que primero se hacía en ese acompañamiento a familiares de víctimas era escuchar y reclamar justicia y muchas veces el mejor signo para esas situaciones eran las misas. Se realizaban las misas de los 23 de septiembre que todavía se siguen celebrando, misas por una comunidad sin esclavos ni excluidos, en donde el cardenal Bergoglio en ese momento era quien presidía esa misa, que celebraba y muchas veces esas misas se hacían en alguna plaza muy significativa de la ciudad, donde las ofrendas eran desde los expedientes judiciales que no se movían, en una justicia inhumana que no se divisaba hasta las carpas que acompañaban a los familiares de víctima ante un taller clandestino que se prendía fuego.
Y en ese momento, ese caminar que no lo hacía la política, que no lo hacía ninguna instancia estatal, sí lo hacía una iglesia, la iglesia más cercana junto con la pastoral de migrantes, algunas órdenes religiosas que estaban más próximas y nosotros desde la Alameda, ahí conociendo este trabajo que se hizo durante muchos años, en mucha soledad, acompañando también el reclamo de muchos.
Muchos sindicatos también que peleaban el reconocimiento de esa mejora de las condiciones laborales, también transitando el acompañamiento a quienes atraviesan situaciones de de las “periferias existenciales” como dice Francisco, esta situación hoy vinculada al consumo problemático, la población que está en calle, que está atravesando situaciones de explotación sexual, etc.
En todos esos momentos hubo distintas etapas y las primeras iniciaron con esos acompañamientos y también en las cooperativas que se organizaban para reconstruir un horizonte de vida, a través de esa autonomía económica que se necesita para no volver a recaer. Bergoglio también bendecía y hacía bautismos en el comedor de la Alameda y bueno, compartiendo la vida. La vida como viene en esa instancia de tantas, de tanto sufrimiento, tanto dolor. Siempre ese trabajo era el que reconfortaba, el que acompañaba.
Esta entrevista se enmarca sobre todo en el contexto de la conmemoración del Día Internacional contra la Trata. Entonces, partamos de un campo común. ¿Cómo definimos la trata en estos momentos?
La trata y la explotación de personas, algunas las describen como la la esclavitud moderna, la esclavitud del siglo XXI. Estamos hablando de un delito, de un delito transnacional, de un delito de crimen complejo, de crimen organizado. Así lo define el Protocolo de Palermo, un instrumento internacional que tienen los países y que la enorme cantidad de países del sistema internacional han ratificado y se han comprometido en la lucha contra una de las violaciones más graves a los derechos humanos. Es un delito que afecta a la dignidad humana. Por eso hay algunas voces, como la del Papa Francisco, que plantean la imprescriptibilidad de este delito. Y tiene que ver con el ofrecimiento, la captación, el traslado, la recepción y acogida de personas con el fin de explotarla, es decir, con el fin de obtener un lucro.
Una acumulación mafiosa de capital que se produce del producido de los cuerpos, es decir, de personas que en un esquema de vulnerabilidad, ya sea por ser migrante, por su condición de género, por su falta de acceso a la educación, a la salud, están en un contexto de vulnerabilidad. A partir de eso se hace un control de su voluntad y se las traslada y ese traslado implica desproveerlo de todo su contexto afectivo y de residencia y de estar en una mayor dependencia de esa persona que lo trasladó. Es reducirlo a una cosa, es desconocer la posibilidad que esa persona tenga identidad, tenga nacionalidad, tenga patrimonio, tenga libertad y que produzca dinero. Y tiene diversas formas.
Como todos los delitos, la trata se adapta a la economía, al territorio y a la virtualidad (por ejemplo, hoy en día). La trata es un mecanismo de obtener recursos, ganancia a partir de una persona que es reducida a una cosa. La trata es una forma de violación de los derechos humanos, porque afecta la dignidad humana y no permite que una persona pueda ser libremente considerada como tal. Eso es en concreto el delito de trata. Es un mecanismo de maximización de las ganancias a partir de la explotación de una persona.
¿Por qué importa tanto la cuestión de la trata en un entorno de economía?
Es clave, porque en realidad, cuando nosotros nos propusimos la necesidad de pensar, de trabajar y de hacer una nueva economía, una economía con rostro, con alma humana, también debemos ocuparnos de quienes son las víctimas de esa economía, es decir, estos descartados, esta cultura del volquete, como la define Francisco. Y así encontramos a las víctimas de trata, porque en realidad ese sistema que pone en el centro al dios dinero, que lo que hace es alterar todos los procesos de producción, maximizar ganancias, lo que hace es valerse del cuerpo de las personas como un instrumento, como un medio, como una mercancía más y producir más dinero.
Necesitamos pensar en procesos que no maximicen esa ganancia a costa del cuerpo de personas empobrecidas o de personas en un esquema de exclusión
Entonces es necesario que el centro no sea esa maximización de las ganancias. Si nosotros necesitamos una nueva economía, inevitablemente tenemos que pensar en una economía sin trata y para eso necesitamos comunidades justas, equitativas, sustentables, sin esclavos ni excluidos. Y para eso lo que necesitamos es trabajar con estos procesos productivos, pensar en procesos que no maximicen esa ganancia a costa del cuerpo de personas empobrecidas o de personas en un esquema de exclusión.
En América Latina, sobre todo lo que estamos viendo, es que esa desigualdad que se genera en nuestras comunidades es de alguna manera el campo, el caldo de cultivo para que las personas sean víctimas de trata. La precarización laboral, la explotación infantil, la falta de autonomía económica para las mujeres que precipita estas instancias de explotación sexual, la situación vinculada a la captación que se hace a través de hoy de la virtualidad, con un montón de situaciones que lo que hacen es una economía que se aprovecha de ese contexto y que obtiene lucro, que acumula dinero.
Y necesitamos que modifiquemos de base, de fondo. Y eso es lo que nos habla la Laudato si’. La Laudato si’ viene a decir bueno, esto es un drama socio ambiental. El clamor de los pobres que plantean esta necesidad de una economía que no los instrumentalice, que no los utilice más. Y hoy lo que estamos viendo es que el Covid, este contexto como si fuese de una salida de guerra, no de posguerra, es una condición objetiva global que atravesamos todos los países, todas las comunidades, todas las cadenas de valor y en donde ha puesto en evidencia la necesidad de repensar una economía que no utiliza a las personas como un medio.
¿Se podría hablar de industrias que se alimentan de la trata, cuáles son como, cómo funcionan, digamos y cómo las podemos identificar?
Sí, sin duda que hay un mercado vinculado a la ilegalidad, un mercado que es el ámbito propicio para que proliferen todos estos mecanismos. Ni qué hablar de todo lo que tiene que ver con dinero, fruto de los tres delitos más rentables del mundo. La trata es uno de esos tres delito más rentables del mundo, tras el tráfico de órganos, el tráfico de tejidos, el tráfico de armas, el tráfico de drogas, el tráfico de personas y la trata. Y bueno, y hoy ha aumentado con esta virtualidad.
Entonces hay mecanismos que facilitan esa instancia, que se dan a partir de la oferta engañosa de empleo, a partir de esta necesidad. Ni qué hablar de lo que pasa con la población joven que inicia en el mundo del trabajo. Y también encontramos en muchas cadenas de valor vinculada a la reprimarización de la economía.
Esto que Francisco define en la Laudato como el sur global, proveyendo a la centralidad de materia prima, ese mecanismo extractivo, ese mecanismo de producción primaria, en esas cadenas de valor encontramos siempre algún eslabón que es fruto del trabajo esclavo, que está vinculada a la producción de alimentos, que está vinculada a la producción de indumentaria textil, que está vinculada a la informalidad en el mundo de la construcción, en la prestación de los servicios de limpieza de casas particulares, del cuidado de personas, a la gastronomía. Es decir, hay muchas. Ni qué hablar de las grandes cadenas de valor de extractivistas vinculadas a la minería, vinculadas a la necesidad de muchos trabajadores fuera de sus hogares durante mucho tiempo, que son proclive para la necesidad de la explotación sexual de mujeres y también la explotación que se da en el ámbito del trabajo a través del trabajo forzoso, el trabajo esclavo y la reducción a la servidumbre.
La servidumbre por deuda que se genera a partir de la industria que produce la migración de las personas, la movilidad humana. Este contexto global que estamos viendo en tantos conflictos armados genera esa migración, esa migración que a su vez es un derecho de las poblaciones, es el, es las condiciones objetivas para que alguien se aproveche de una persona que no conoce el idioma, que no tiene su su documentación regularizada, que está en un contexto de vulnerabilidad y puede ser alguien víctima de una industria que se provee de personas en este contexto.
Ninguna jurisdicción, ninguna cadena de valor escapa a un fenómeno vinculado a la trata
Entonces vemos que ni ninguna jurisdicción, ni ninguna cadena de valor escapa a un fenómeno vinculado a la trata. La trata es un fenómeno global y lo estamos viendo ahora. Vemos aumentada estas condiciones vinculado a los conflictos y a este fenómeno global de la guerra que estamos viviendo, esta Tercera Guerra Mundial en etapa, como la define Francisco, y una cadena de valor que lo que hace es aplicar este paradigma tecnocrático, aplica cualquier mecanismo de maximizar ganancia a costa de bajar los costos como se los denomina y producir mayor acumulación y acelerar los procesos. En eso las personas son víctimas de todo ese mecanismo y todas estas industrias vinculadas a la reprimarización y obviamente también en las de la de sustitución de manufactura, pero ahí hay una eliminación directa de los puestos de trabajo. Pero bueno, tiene que ver con el mundo del trabajo, tiene que ver con este nuevo mundo del trabajo que necesitamos que contemple las personas. No que lo que siga descartando.
Ya que hablamos de cómo identificarlo ahora nos preguntamos también, ¿cómo podemos acabar con esta lacra que mueve millones de dólares en oculto en todo el mundo?
Primero la necesidad de entender que este flagelo que implica una expresión de crimen organizado no puede encontrar a los estados desorganizados ni a la comunidad desorganizada. Es decir, lo que necesitamos es que los Estados redoblen los esfuerzos a través de políticas públicas para garantizar la persecución y sanción penal de este delito. Pensando en desmantelar la estructura económica. Para eso es necesario: primero, el compromiso político institucional.
Pero a su vez, la implementación de programas que permitan la reconstrucción de un horizonte de vida a las personas que sobreviven al delito de trata. Y en eso hay que pensar en tierra, techo y trabajo. En esto que Francisco plantea como el plan, como el reclamo de los movimientos populares, de los movimientos sociales, como una agenda que permita autonomía económica para los sectores descartados que son víctimas de esta economía.
Y obviamente, en lo que tiene que ver también en una comunidad que se comprometa y que diga basta, que diga no a las mafias que se expresan utilizando esta concentración, esta migración que se genera en las grandes ciudades en donde en nuestras periferias pobres encontramos la disputa por el cuerpo de las personas que genera muchas veces también el narcotráfico, otras economías ilegales vinculadas a la trata, porque se necesitan.
La manera del combate y de la lucha es con un Estado fuerte, organizado, un Estado presente en el territorio, no un Estado concentrado, sino un estado inteligente y virtuoso en su presencia de control y de fiscalización con sus organismos descentralizados. Un control que haga a la comunidad de esa presencia del Estado y el compromiso de la comunidad de no comprar este no comprar bienes y servicios fruto del trabajo esclavo.
Esta concientización que necesitamos tiene que ver con este modelo que nos plantea Francisco en la Fratelli tutti, este buen samaritano que se conmovió ante el hermano al lado del camino. Pasó el religioso y no hizo nada. Pasó el político y no hizo nada. Y pasó el buen samaritano y se compadeció, y se ocupó y se preocupó, yeso es lo que necesitamos. No una mirada desentendida de lo que pasa alrededor. Nadie se va a realizar en una comunidad que no se realiza y para eso necesitamos garantizar una comunidad libre de esclavos y excluidos. No hay recetas mágicas, no hay modelos pre redactados que se puedan importar. También necesitamos pensar en el fondo, en el fondo de la cuestión. No podemos tener un mundo concentrado en pocas manos y una gran desigualdad entre los países del sur y de la periferia territorial.
Nos encontramos justamente a dos meses del evento de Asís. Tomando en consideración el contexto que enfrentamos, quisiera dejar un último mensaje sobre la trata, o bien para los jóvenes que nos estamos preparando para para este encuentro en Asís, en el que sobre todo, adquirimos un compromiso por construir una nueva economía.
Sí, sin duda. Aquellos y aquellas jóvenes que respondimos esta propuesta a este llamado de Francisco a trabajar por una economía con rostro y alma humana, en esta necesidad del tiempo de hoy que nos toca vivir, en donde queremos ser protagonistas, porque el futuro entra al mundo por nosotros, como dice Francisco, y no comprar ningún buzón.
Queremos trabajar por comunidades justas, equitativas, inclusivas, que garanticen tierra, techo y trabajo para no tener esclavos y excluidos. Y eso requiere del compromiso
Lo que queremos es trabajar por comunidades justas, equitativas, inclusivas, que garanticen tierra, techo y trabajo para no tener esclavos y excluidos. Y eso requiere del compromiso. Requiere de salir de nuestro lugar de confort, de jugárnosla y de participar, de involucrarnos. La necesidad de nuevas formas de producir, de consumir y de estilos de vida implican esto: volver a poner en el centro de nuestra relación con nuestros hermanos y nuestras hermanas, con la tierra, con la casa común, no pensando en la maximización de la ganancia y en el dios dinero como centro. El compromiso tiene que ver en ese sentido. Y para eso vamos Asís, para pensar y trabajar y hacer en una economía con rostro y alma humana.