Amistad social y amabilidad en la vida política
En la propuesta de fraternidad que hace el papa Francisco en Fratelli tutti da una gran importancia a la política como imprescindible para la construcción de la fraternidad, al diálogo y la amistad social como camino de la buena política y, en esta, a la recuperación de la amabilidad.
«Es posible –dice Francisco– optar por el cultivo de la amabilidad (…) No es un detalle menor ni una actitud superficial (…) Puesto que supone valoración y respeto, cuando se hace cultura en una sociedad transforma profundamente el estilo de vida, las relaciones sociales, el modo de debatir y de confrontar ideas» (FT 222 y 224). En ese sentido, Francisco denuncia dos males que aquejan a la política institucional, la apariencia y la descalificación: «La política es más noble que la apariencia, que el marketing, que distintas formas de maquillaje mediático. Todo eso lo único que logra sembrar es división, enemistad y un escepticismo desolador incapaz de apelar a un proyecto común» (FT 197). «Prima la costumbre de descalificar rápidamente al adversario, aplicarle epítetos humillantes, en lugar de enfrentar un diálogo abierto y respetuoso» (FT 201).
Esa falta de amabilidad y ese instalarse en la apariencia y la descalificación es un mal cada vez más arraigado en la política institucional en España y que se va extendiendo por la sociedad. Si bien es cierto que no todos, muchos representantes políticos caen en la tentación de utilizar esta manera de «hacer política», por llamarlo de algún modo. Pero también hay que decir que algunos más que otros. Hay quienes parecen vivir solo de ello, como VOX o algún sector del PP, como el personalizado por la presidenta de la Comunidad de Madrid. El daño que hacen con ello a la sociedad es enorme. Y lo peor es que una parte significativa de esta no solo no lo rechaza sino que lo normaliza, lo apoya y lo jalea. Muchas veces el clima político institucional se hace insoportable, con una bronca permanente que es profundamente dañina y contamina tóxicamente la sociedad.
Ese ambiente tóxico extiende cada vez más el desprestigio de la política y la desafección hacia la política institucional. Es algo que les va muy bien a algunos que no quieren que nada cambie, pero que perjudica mucho al conjunto de la sociedad y, particularmente, a los empobrecidos que necesitan de la política para salir de su situación y no estar a expensas de la inmisericorde rentabilidad económica. La desafección política daña gravemente el bien común porque fomenta el individualismo del sálvese quien pueda.
Pero la constante bronca política también sepulta bajo el ruido que provoca el diálogo y el debate serio sobre las necesidades de la sociedad, impide de hecho un debate político profundo, valorar aquello en lo que avanzamos, hablar de lo que necesitamos cambiar. La política se vuelve extremadamente superficial y simplista. Pierde el bien común y pierden los empobrecidos.
En el fondo ocurre lo que también denuncia el papa Francisco: «El desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas, que los utilizan demagógicamente para sus fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos de los poderosos» (FT 155). En el clima tóxico que invade la vida política se unen ambas cosas.
Por eso es tan importante empeñarnos en fomentar la amabilidad y la amistad social en la vida política, porque solo así será posible un real contraste y diálogo de las diversas propuestas para afrontar las necesidades sociales. Solo así se podrá recuperar el valor de la política institucional. •
Comisión Permanente de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC).
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