El Sínodo de las Mujeres: hacia una fraternidad real entre hombres y mujeres en la Iglesia
En la conclusión de El segundo sexo (1949) Simone de Beauvoir escribía: «El hecho de ser un ser humano es infinitamente más importante que todas las singularidades que distinguen a los seres humanos; la circunstancia, lo dado, nunca confiere superioridades: la “virtud” (…) se define en el nivel de “lo que depende de nosotros”».
«En ambos sexos se desarrolla el drama de la carne y el espíritu, de la finitud y de la trascendencia; los dos son devorados por el tiempo, la muerte los acecha y ambos sienten la misma esencial necesidad del otro; pueden obtener de su libertad la misma gloria; y si supieran disfrutarla, ya no les tentaría disputarse falsos privilegios; entonces podría nacer entre ellos la fraternidad».
Solo cuando hombres y mujeres se reconozcan mutuamente como iguales en sus diferencias y asuman la ambigüedad propia de lo humano y la mutua dependencia, podrá nacer la una fraternidad real más allá del paternalismo y la sumisión. En este proceso, tanto los hombres como las mujeres y las instituciones sociales tenemos todavía un largo camino por recorrer. Tan necesario es el cambio de mentalidades como el cambio de estructuras.
Contenido exclusivo para personas o entidades suscritas. Para seguir leyendo introduce tus datos o suscríbete aquí. Si no los recuerdas, haz clic aquí
Escritora, filósofa y teóloga laica.
Miembro de Cristianisme i Justícia y profesora en la Facultad de Teología de Valencia.
Autora de Queremos el pan y las rosas. Emancipación de las mujeres y cristianismo, de Ediciones HOAC.