El 60% de las personas trabajadoras de los barrios obreros de Sevilla no tiene trabajo decente

El 60% de las personas trabajadoras de los barrios obreros de Sevilla no tiene trabajo decente
El 60% de las personas trabajadoras de los barrios obreros de Sevilla no tiene trabajo decente, mientras que solo el 40% de su población asegura disponer de ingresos suficientes para llevar una vida digna, según una encuesta realizada por la HOAC que propone redoblar los esfuerzos por promover el trabajo digno y el reparto de la riqueza.

La organización de trabajadores y trabajadoras cristianos de Sevilla ha realizado una encuesta entre sus allegados, principalmente, vecinos y vecinas de los barrios donde están presentes, sobre las condiciones de trabajo antes y después del inicio de la pandemia de COVID19.

La Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) de Sevilla en su defensa de la sagrada dignidad del trabajo y la exigencia moral y social del trabajo decente, a través de su campaña “Trabajo digno para una sociedad decente”, ha analizado el impacto que la Covid-19 ha tenido en las condiciones de trabajo, para después dar a conocer los datos y promover una reflexión colectiva.

La presentación de los datos se realizó el 22 de abril en la Parroquia San Pio X en el barrio de Las Letanías con la implicación de parte de las personas encuestadas y de las encuestadoras

Aunque carezca de fiabilidad estadística, puesto que la muestra ha sido aleatoria, lo cierto es que los datos obtenidos permiten realizar una aproximación bastante fiel a la realidad y el sentir de los habitantes de los barrios obreros de Sevilla.

La pandemia, por más que parezca en vías de superación, ha dejado consecuencias duraderas. Las personas con empleo han disminuido en casi cinco puntos porcentuales año y medio después de la aparición del coronavirus, pasando del 64,9% a 60,4%. También ha descendido algo la cantidad de personas que trabaja sin contrato, aunque sigue siendo todavía un porcentaje que supera lo testimonial, del 14,3% al 12,5%.

Aumento del trabajo precario

Quizás el resultado más llamativo sea que el 60% de las personas que trabajan no tienen un trabajo decente, entendido como un contrato indefinido a tiemplo completo. Durante la pandemia han aumentado significativamente los contratos más precarios, de menos de un mes a menos de un año, pasando de un 29,3% antes de la pandemia, a un 38,2% ahora. Entre ellos, los que más han aumentado (6,2 puntos) han sido los contratos de seis meses a menos de un año. De igual manera, han disminuido significativamente los contratos más estables, cuya duración es más de un año, pasando de un 70,8% antes de la pandemia a un 61,8% ahora.

Irregularidades en la contratación

En cuanto a las condiciones de trabajo solo seis de cada 10 trabajadores y trabajadoras aproximadamente afirman que sus condiciones de trabajo se ajustan a su contrato laboral. En concreto, el 40% trabajan más horas de las estipuladas, casi el 25% cobra por debajo del salario estipulado, siendo casi cinco puntos más que antes de la pandemia, y el 35% no cobra horas extras, casi 23 puntos más, nada menos, que antes de la pandemia.

Sin recursos para vivir con dignidad

Se ha producido igualmente un importante desajuste de los salarios. Si antes del coronavirus el 31,2% de las personas con empleo consideraba que ganaba lo suficiente para tener una vida digna en familia, ahora solo responde afirmativamente el 21,2%. Contando los ingresos propios, los de la pareja, y las ayudas que prestan las familias, tan solo el 42,4% asegura disponer de los recursos necesarios para vivir con dignidad tras la pandemia.

Inapreciable incremento de las ayudas

Curiosamente, la cantidad de personas en desempleo que percibe alguna ayuda no ha experimentado un cambio significativo, como cabe esperar ante las medidas oficiales adoptadas para hacer frente a los estragos de la pandemia. Apenas aumentan las personas que reciben algún tipo de ayuda, en concreto, el 1,1%

El 75% de las personas desempleadas no recibe ayuda alguna. De las que sí cuentan con algún apoyo económico institucional, la mitad ha recibido la prestación por desempleo y la otra mitad el subsidio o el ingreso mínimo.

La inestabilidad laboral aparece como un gran nubarrón en el horizonte de las personas encuestadas

Sin duda alguna, la inestabilidad laboral aparece como un gran nubarrón en el horizonte de las personas encuestadas. La temporalidad en el empleo y los bajos salarios son las grandes preocupaciones que lastran sus esperanzas, al tiempo que quienes trabajan sin contrato temen por su futuro. La percepción general de las condiciones de trabajo sigue siendo negativa. Las personas encuestadas consideran que han empeorado para quienes tienen cerca y que hay más paro y precariedad, después de la Covid-19. En las personas jóvenes, se ha disparado la incertidumbre vital.

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La atención pública

La encuesta también se ha centrado en conocer la opinión sobre el papel de los servicios públicos. Los centros de salud, que antes de la pandemia, tenían mayoritariamente una consideración entre positiva y regular, han salido mal parados, al recibir opiniones muy críticas.

Los centros educativos, valorados muy positivamente antes, han conseguido mantener esa valoración en la mayoría de los casos. Pero, en general, todos los servicios públicos han bajado en su valoración después de la pandemia, especialmente los servicios sociales, los servicios públicos de empleo, la Seguridad Social, el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía. El cierre de servicios públicos en su asistencia personal ha provocado que muchos vecinos y vecinas afrontaran grandes dificultades de acceso.

La opinión sobre los partidos políticos no ha variado sustancialmente. Una gran mayoría de las personas encuestadas no saben o no contestan. Quienes contestan, en su gran mayoría, piensan que han prestado una mala atención antes y después de la pandemia.

Por el contrario, las asociaciones de vecinos, ONG, parroquias y Cáritas se sitúan entre las entidades que han ofrecido mejor atención, con ponderaciones positivas, si bien ha bajado un poco tras la pandemia.

Trabajo digno y bien remunerado

Una vez presentados los datos, se abrió un debate con el fin de consensuar algunas propuestas de solución a la realidad detectada.

Fue unánime la convicción de que es urgente de promover un trabajo digno y bien remunerado, con contratos indefinidos, que disminuya la vulnerabilidad de la persona trabajadora y su inseguridad y de fomentar la generación de puestos de trabajo para personas mayores de 55 años, por un lado, y adelantar la edad de jubilación, blindando las pensiones. También recibió gran consenso la idea de incentivar la creación de empleo público, la creación de empresas y la ayuda a la juventud emprendedora.

Ante la realidad laboral de nuestro país, y muy en concreto, en los barrios obreros, tanto en épocas de bonanza como de crisis, surgió la reivindicación de que impulsar decididamente el reparto de la riqueza, creando garantías para cada persona, como una renta básica universal, para lo cual deberían aumentar los impuestos a las grandes fortunas.

También hubo coincidencia en señalar la necesidad de que los trabajadores y trabajadoras se organicen para conseguir unas condiciones dignas de trabajo, para todos y todas, que erradiquen la pobreza construyendo una sociedad más justa, para lo cual hace falta planificación y organización, capaz de vencer el conformismo.

La respuesta pasa por la organización colectiva de los esfuerzos como generadora de esperanza

Ante la pobreza y la desigualdad que genera una sociedad injusta con valores machistas, donde la precariedad en el trabajo impera, hace falta recuperar los ideales de igualdad y responsabilidad de todas y todos en la construcción de un mundo más feliz. La respuesta a la frustración, la desigualdad, la desesperanza, la impotencia y la brecha digital generada por la Covid-19, se planteó, pasa por la organización colectiva de los esfuerzos como generadora de esperanza.

En el barrio, la unión puede impulsar la tarea de obtener justicia y condiciones dignas de trabajo, evitando que nos genere inseguridad, se concluyó, al tiempo que las personas cristianas reforzaban su intención de ser signo de esperanza y amor, luchando por la felicidad de todos, comprometidos por la justicia y dignidad de las personas, asumiendo nuestra responsabilidad para liberarnos del conformismo y la impotencia que existe.