El obsceno negocio de las farmacéuticas
En su discurso del pasado enero a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, el papa Francisco insistió una vez más en la necesidad de acabar con la desigualdad en el acceso a las vacunas y los tratamientos contra la COVID-19: «Es necesario un compromiso global de la comunidad internacional, para que toda la población mundial pueda acceder de la misma manera a los tratamientos médicos esenciales y a las vacunas».
Y volvió a apelar a la grave responsabilidad de las empresas farmacéuticas, como ya hizo en octubre pasado en el Mensaje a los Movimientos Populares, cuando dijo: «Quiero pedirles en nombre de Dios a los grandes laboratorios que liberen las patentes. Tengan un gesto de humanidad y permitan que cada país, cada pueblo, cada ser humano tenga acceso a las vacunas».
Pero no, humanidad ninguna. Beneficios, sus obscenos beneficios. No es que no puedan, es que no quieren. Ya en octubre de 2020, India y Sudáfrica propusieron la exención de las normas de propiedad intelectual para las vacunas, pruebas y tratamientos de la COVID-19, para permitir ampliar la producción y facilitar el acceso de toda la población en los países pobres. Lo mismo vienen planteando amplias coaliciones de organizaciones sociales de todo el mundo. Pero no, lo que sigue imperando es el descarnado egoísmo de muchos países ricos y el obsceno negocio de las grandes farmacéuticas, que se están forrando con la pandemia. Pfizer y Moderna se niegan a compartir la tecnología de las vacunas de nueva generación. Y los Gobiernos se lo permiten. Aunque Gobiernos como el de Estados Unidos y algunos de la Unión Europea, como el de España, se muestran partidarios de la exención de patentes, la UE, el Reino Unido, Suiza… frenan sistemáticamente todas las iniciativas en ese sentido. Una absoluta inmoralidad. Como se afirma desde diversas organizaciones sociales, «al bloquear las soluciones para el acceso a las vacunas en los países más pobres, están prolongando la pandemia y todo el sufrimiento que esta conlleva». Como han identificado Médicos sin Fronteras y otras organizaciones de derechos humanos, hay más de 100 fabricantes en el mundo que podrían producir vacunas de ARNm si se eliminaran las barreras de propiedad intelectual y las empresas farmacéuticas transfirieran la tecnología y los conocimientos necesarios.
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Militante de la HOAC