El continente muere bajo cero

El continente muere bajo cero

Como azote imparable llegan las noticias del desastre. La reportera se enfrenta a lo imprevisible. La misión que la precede la espera con urgencia entre las nieves. Ella intenta imaginar un frío que desconoce, y no lo consigue. Provista del atuendo máximo nunca utilizado, atraviesa Europa y se enamora de la belleza de las cumbres. No sabe que sus ojos verán algo más grande. Hacia el Este, decenas de pueblos han sido atacados, de Norte a Sur, por una  irrupción despiadada de frío polar. Adherida al cristal, no puede apartar la mirada. Muy pronto le ciega la blancura interminable. Entonces, el calor excesivo del interior le parece un privilegio obsceno. Desea llegar a tierra y respirar aire helado.

Cuando el aparato inicia el descenso hacia la isla de Lesbos entre la niebla envolvente, todo lo que se percibe es una explanada interminable de telas y plásticos medio destrozados que se hunden bajo el peso del hielo. ¿Qué es eso? se estremecen los viajeros. Ella permanece muda. Cierra los ojos y piensa con horror que dentro de esa locura hay seres humanos. Al salir, incrementa la ropa de abrigo; pero no hay modo de reaccionar ante aquella temperatura. Su propio aliento pasa de inmediato al estado sólido.

En el campamento de Moria hay una pequeña estancia prefabricada en la que se alojan los cooperantes. En aquel contexto parece una mansión. No le interesa. No sabes lo que dices, le advierten. Y no lo sabe. Le resulta imposible pensar hasta qué punto el frío puede matar más que el hambre. Junto al equipo sanitario se dirige al corazón de la realidad. Todo es urgente, todo impotencia. El impacto le impide tomar fotografías. Pero es su trabajo, ha de actuar. Aquellos rostros de mirada incierta parecen pedirle que haga algo. Si no muestra imágenes nadie podrá creerla. Quiere que el mundo lo vea. Se ve imprescindible y derrotada a un tiempo. No tiene sentido escribir; nada supera lo que ven los ojos. Junto el reportaje, solo envía una breve nota:

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Imágenes heladas

Adela Claravall. Campamento de Moria. 10 de enero de 2017-8:50h

Nada elocuente que añadir. Grecia es un inmenso campo de refugiados en una intemperie helada. La isla de Lesbos acoge 5.500 personas que viven o mueren en instalaciones previstas para 3.500, en tiempo de bonanza. Es lo que ocurre en este territorio que naufraga en el Mediterráneo. Hagan una proyección exponencial sobre el continente. Piensen en personas que se han trasladado bajo la nieve desde más al Este, donde el frío polar, que rebasa los -30º, parece congelar los termómetros. Ellos confiaron en otro lugar menos helador, pero muchos no superaron el trayecto. Omitidas las imágenes más desoladoras, las fotografías informan por sí solas. Enumeramos: hipotermia, neumonía, gripe, congelación. La prensa, los cooperantes, los equipos médicos internacionales, nunca somos suficientes.