Homenaje a los mineros muertos en el campo de honor del trabajo Santa Marina de Torre

Homenaje a los mineros muertos en el campo de honor del trabajo Santa Marina de Torre
Acto de la Asociación Cultural Carqueixa de Santa Marina de Torre. Foto de Ana F. Barredo | Diario de León
Una placa recuerda para siempre a los ocho mineros muertos en los pozos de Santa Marina de Torre, en el Bierzo, a lo largo del pasado siglo. La Asociación Cultural Carqueixa la descubrió el día de Santa Bárbara, junto a un sillar de piedra arenisca procedente de la desaparecida iglesia de Santibáñez de Montes, pueblo que fue borrado del mapa.

Manuel Silván Martínez, Maximino Silván Silva, Ángel Hidalgo García, Constantino Rodríguez Mañanes, Antonio Niño Fernández, Juan Antonio Álvarez Viloria, Dionisio Montero Silván y Marino Javier Jardino Miranda, de entre 14 y 31 años de edad, perdieron sus vidas arrancando el oro negro de las montañas. Todos murieron por el derrumbe de un costero, excepto uno de ellos, Juanín, que lo hizo por intoxicación al visitar, casi como un juego, uno de los pozos.

Después de la misa en honor a la patrona y en recuerdo de los fallecidos y enfermos de silicosis, se descubrió un monolito en el antiguo cementerio del pueblo, reconvertido en el año 2000 en un área recreativa, muy cerca del vagón de carbón reutilizado como jardinera y del monumento dedicado a «Los pueblos abandonados». La placa, además de sus nombres, recoge la edad y el año de su fallecimiento.

Tras descubrir la placa, los familiares, algunos de los cuales, no habían vuelto al pueblo desde hacía años, tomaron la palabra para recordar a sus seres queridos,  compartir el tiempo de ausencia y agradecer este gesto, con el que de algún modo se cierra una época en la que mina podía dar mucho, pero también arrebatarlo casi todo.

El responsable de la Asociación Cultural Carqueixa del Bierzo es Melchor Moreno, mientras que el párroco de Santa Marina de Torre es Isaac Núñez, ambos pertenecientes a la HOAC. Moreno es además hijo del picador Melchor Marcelino, que tuvo que jubilarse con segundo grado de silicosis con apenas 32 años porque ya no le dejaban entrar al pozo.

“Ningún padre quería meter a sus hijos en la mina”

Melchor Marcelino continuó trabajando en el exterior de la mayor explotación de Virgilio Riesco y al final en el cuidado de los jardines de la casona del empresario en la entrada de Torre. La pensión que le había quedado, allá por la década de los sesenta, no le llegaba para sacar adelante a su familia.

Melchor siguió el camino de los estudios y recuerda que “ningún padre quiere meter a sus hijos en la mina. El carbón era trabajo, sacrificio y muerte, también alegrías y bonanzas”. Sin embargo, algunos de sus compañeros de generación optaron por el tajo duro de la mina.

Santa Marina ha llegado a contabilizar hasta 22 explotaciones durante el pasado siglo, conocidas casi todas con el nombre de los parajes del pueblo y las capas del carbón; Las Arribas, Lavallos, La Camocha, Cascarilla, ‘Nos veremos’, Las Abarrazas, El Salgueiro, Los Pobres, La Jota, la de Antonio Amilia, abuelo del político que ha sido alcalde de León, la Mina de Los Alonsos, la Mina de Perfecto, la del Jardín, la de La María, la Mina del Cabrito, la del Pontón, la Mina Esperanza o la de La Plata de empresario Félix Moy.

El encierro que marcó el principio del fin del carbón en el pueblo es el que en 1994 protagonizaron durante 28 días, entre el 29 de octubre y el 26 de noviembre, ocho mineros de Virgilio Riesco en el Pozo Mariángela para protestar por los primeros recortes en el sector del carbón. Lejos habían quedado los días, en 1966, en los que Santa Marina tocaba techo con 487 habitantes y la falta de vivienda obligaba a las familias a compartir casa y aprovechar los desvanes. Pero las indemnizaciones pactadas para recortar las plantillas solo fueron el primer paso de una agonía de veinticinco años para el carbón en el Bierzo Alto.

“Hay que pasar página, estarle agradecido y dignificar un mundo que ya pasó y que no va a volver, ni queremos que vuelva”, asegura Melchor, que como el resto de vecinos y vecinas, confía, no sin escepticismo, en que esta vez los llamados convenios de transición justa sirvan para recuperar la actividad económica del Bierzo Alto.

Con información de Diario de LeónLa Nueva Crónica | Bembibre Digital