Esperanza para soñar y actuar juntos

Esperanza para soñar y actuar juntos
El pasado 16 de octubre se celebró el IV Encuentro Mundial de Movimientos Populares con el papa Francisco. Desde el anterior, en 2016, se han producido cambios muy importantes, particularmente por la pandemia, que Francisco califica de «puntos de no retorno, encrucijadas en las que la humanidad debe elegir», sabiendo que «retornar a los esquemas anteriores sería verdaderamente suicida».

Ante todo lo que suponen y muestran estos cambios, necesitamos dialogar, «momentos de encuentro, discernimiento y acción compartida». Este IV Encuentro es uno de esos momentos.

El empeño y el cariño que el papa Francisco pone en estos encuentros muestra la seriedad con la que vive el estar con los pobres, por fidelidad al Evangelio, pero también su profunda confianza en el protagonismo de los pobres y sus movimientos, en su papel decisivo en la construcción, juntos, de un futuro que cuida la humanidad y la casa común. La riqueza de sus mensajes en estos encuentros con los movimientos populares es inmensa. Siendo conscientes de que es imposible sintetizar en unas pocas líneas lo valioso de su mensaje a este IV Encuentro, sí queremos resaltar tres aspectos del mismo que nos parecen especialmente relevantes.

En primer lugar, la gratitud que expresa Francisco hacia los movimientos populares. Son, como le gusta llamarlos, «poetas sociales», porque son un gran signo de esperanza: «Tienen la capacidad y el coraje de crear esperanza allí donde solo aparece descarte y exclusión (…) saben forjar la dignidad, de cada uno, la de sus familias y la de la sociedad toda con tierra, techo y trabajo, cuidado, comunidad (…) su dedicación es un anuncio de esperanza (…) no estamos condenados a repetir ni a construir un futuro basado en la exclusión y la desigualdad, el descarte o la indiferencia». Por eso, los llama también «samaritanos colectivos», que no pasan de largo ante las heridas a la dignidad humana: «son parte fundamental de esa humanidad que lucha por la vida frente a un sistema de muerte (…) En esa entrega veo al Señor que se hace presente en medio nuestro para regalarnos su Reino».

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En segundo lugar, la llamada a «soñar juntos», a imaginar y empeñarnos en construir una realidad distinta. Necesitamos soñar juntos para no volver atrás. Siempre han sido «los deseos de libertad e igualdad, de justicia y dignidad, los sueños de fraternidad los que mejoraron el mundo. Y estoy convencido de que en esos sueños se va colando el sueño de Dios para todos nosotros, que somos sus hijos». No podemos resignarnos, insiste Francisco, es posible soñar otra realidad y construirla pacientemente: «Reafirmemos el compromiso de poner la economía al servicio de los pueblos para construir una paz duradera fundada en la justicia y el cuidado de la casa común. Sigan impulsando su agenda de tierra, techo y trabajo. Sigan soñando juntos».

En tercer lugar, la llamada a afrontar, desde lo concreto, este «tiempo de actuar». En ese sentido, Francisco, junto a todo lo que se ha ido concretando en los anteriores Encuentros en torno a techo, tierra y trabajo, propone considerar seriamente el impulso de otras dos acciones, el salario universal y la reducción de la jornada de trabajo: «Un ingreso básico o salario universal para que cada persona en este mundo pueda acceder a los más elementales bienes de la tierra (…) trabajar menos para que más gente tenga acceso al mercado laboral».

Sin olvidar que esa esperanza que nos lleva a soñar y actuar juntos es lo más realista, pues «el mundo se ve más claro desde las periferias (…) el sufrimiento del mundo se entiende mejor junto a los que sufren».