Lavandería Alavar, 25 años de ropa limpia y vidas nuevas

Lavandería Alavar, 25 años de ropa limpia y vidas nuevas
25 años lavando y planchando ropa para residencias universitarias y colegios mayores. Años de oportunidades, de aprendizajes y de inclusión. De la mano de las Siervas de San José, Alavar se ha convertido en una empresa de inserción laboral con el objetivo de “integrar y ofrecer una formación socio laboral a personas en situación de exclusión social o de vulnerabilidad como tránsito al empleo ordinario”, como señala Susana de Andrés, sierva y gerente de la lavandería.

La lavandería y tintorería Alavar, gestionada por la Congregación de las Siervas de San José, celebra su veinticinco aniversario dedicada a la formación e inclusión en el mercado laboral de personas en riesgo de exclusión. Este proyecto comenzó su andadura en los bajos de una casa de las Siervas en Madrid, pero pronto los 100m2 se quedaron pequeños y en 2012 tuvieron que trasladarse a una nave industrial de 1000m2 en Getafe, lo que les ha permitido aumentar su plantilla y clientela.

La mayor parte de sus clientes son colegios mayores y residencias universitarias, aunque también trabajan para entidades como la Cruz Roja o el Ayuntamiento de Madrid, con el que ganaron dos concursos públicos en 2019. Especializadas en lavar ropa personal y no solo toallas, sábanas o mantelerías, han conseguido una fidelización de su clientela en un 90%, lo que les ha permitido seguir creciendo y poder dar oportunidades de contratación a más personas.

La persona, en primer plano

Desde sus orígenes hasta hoy, Alavar ha contratado a 110 personas, 78 de ellas en riesgo de exclusión, con una tasa de inclusión en el mercado laboral normalizado de un 40%. La situación de vulnerabilidad y la multiculturalidad son dos de los rasgos distintivos de los y las trabajadoras de esta lavandería. Más de 17 nacionalidades de cuatro continentes han pasado por sus instalaciones: Rumanía, Nigeria, Guinea, Venezuela, Colombia, Pakistán, Afganistán, Marruecos, Portugal, Perú… “Algo que en ocasiones no ha sido fácil de llevar porque vienen de culturas muy distintas, con unas realidades muy duras, pero ha sido un aprendizaje más para todos y todas nosotras y hemos conseguido crear un buen clima gracias a que en Alavar colocamos a la persona en primer plano, con el respeto y la comprensión como base de las relaciones” señala Susana de Andrés, sierva y gerente de la lavandería.

También puedes leer —  Integrar y cuidar el planeta

Todas las personas que llegan a la empresa pasan por un proceso de integración sociolaboral que tiene una duración máxima de tres años y mínima de seis meses divididos en tres fases: acogida y diagnóstico inicial, desempeño laboral y mejora de la empleabilidad, y tránsito hacia el mercado normalizado. Para ello, Alavar cuenta con un equipo formado por una gerente, una trabajadora social y dos maestras de taller. En la actualidad, la lavandería la integran 22 personas, 15 de inserción y 7 en plantilla fija, de 8 nacionalidades distintas.

Ganarse la vida con un trabajo digno

Para poder afrontar la parte de proyecto social, la lavandería cuenta con una subvención de la Comunidad de Madrid, que les permite hacer frente a los costes derivados del tiempo de aprendizaje del oficio. El resto de gastos, ya sea de personal, proveedores, impuestos…, corre a cargo de la propia Alavar, que ha conseguido ser económicamente viable, después de varios años en los que las Siervas tuvieron que mantenerla con sus propios medios. Como empresa de inserción reinvierte sus beneficios y no tiene ánimo de lucro, pero tampoco “tenemos ánimo de pérdidas”, destaca Susana.

Alavar celebra los veinticinco años de una lavandería de oportunidades, un camino de aprendizajes personales y profesionales, un ejemplo de rentabilidad económica y de dignidad laboral, un espacio para la formación profesional y espiritual. Como el propio nombre indica, un lugar en el que lavar la ropa y alabar a Dios. Con este proyecto, Las Siervas de San José no solo mantienen, sino que actualizan el sueño de una mujer, Bonifacia, que hace ya 150 años creó en Salamanca la Congregación en un pequeño taller de cordonería con la firme convicción y la audacia de defender el derecho de las mujeres a ganarse la vida con un trabajo digno.