Francisco en la OIT: “Si el trabajo es una relación, tiene que incorporar la dimensión del cuidado, porque ninguna relación puede sobrevivir sin cuidado” 

Francisco en la OIT: “Si el trabajo es una relación, tiene que incorporar la dimensión del cuidado, porque ninguna relación puede sobrevivir sin cuidado” 
Francisco ha insistido en entender el trabajo, como actividad humana para el cuidado de las personas y del planeta, “si el trabajo es una relación, entonces tiene que incorporar la dimensión del cuidado, porque ninguna relación puede sobrevivir sin cuidado”.

La dimensión del cuidado ha sido el hilo conductor del mensaje del papa Francisco en la Cumbre Mundial sobre el Trabajo (CMT), convocada en el marco de la 109 Conferencia Internacional del Trabajo (CIT) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Cuidar el bien común y tomar decisiones cuidadosas en la crisis

En su intervención de cerca de 30 minutos, el Papa ha subrayado la necesidad de “seguir ejerciendo un especial cuidado del bien común” ante las distintas situaciones actuales o que todavía no se han manifestado en el mundo del trabajo, con una pérdida de empleo sin precedentes, que “requerirán decisiones cuidadosas”.

En este sentido, ha emplazado a evitar viejas “fijaciones en el beneficio, el aislacionismo y el nacionalismo, el consumismo ciego y la negación de las claras evidencias que apuntan a la discriminación de nuestros hermanos y hermanas “desechables”, “los trabajadores poco cualificados, los jornaleros, los del sector informal, los trabajadores migrantes y refugiados, los que realizan lo que se suele denominar el “trabajo de las tres dimensiones”: peligroso, sucio y degradante”. Y comprometernos en la búsqueda de soluciones que construyan “un nuevo futuro del trabajo fundado en condiciones laborales decentes y dignas, que provenga de una negociación colectiva, y que promueva el bien común, una base que hará del trabajo un componente esencial de nuestro cuidado de la sociedad y de la creación”.

Cuidar la participación de todos y tender puentes

En primer lugar, por ser “misión esencial de la Iglesia apelar a todos a trabajar conjuntamente, con los gobiernos, las organizaciones multilaterales y la sociedad civil, para servir y cuidar el bien común y garantizar la participación de todos en este empeño”. De ahí que “nadie debería ser dejado de lado” en este diálogo, sobre el que emplaza a contar con “los más vulnerables —los jóvenes, los migrantes, las comunidades indígenas, los pobres—” como también con las confesiones y comunidades religiosas.

“La Iglesia tiene una larga experiencia en la participación en estos diálogos a través de sus comunidades locales, movimientos populares y organizaciones, y se ofrece al mundo como constructora de puentes para ayudar a crear las condiciones de este diálogo o, cuando sea apropiado, ayudar a facilitarlo”, ha recordado.

Cuidar frente al virus de “la indiferencia egoísta”

Francisco reclama prestar una especial atención al “peligro real” de relegar al olvido a quienes están quedándose atrás. “Corren el riesgo de ser atacados por un virus peor aún del COVID-19: el de la indiferencia egoísta. O sea, una sociedad no puede progresar descartando, no puede progresar”, ha señalado. En este sentido, ha mostrado su disposición a que la Iglesia “apoye medidas que corrijan situaciones injustas o incorrectas que afectan a las relaciones laborales, haciéndolas completamente subyugadas a la idea de “exclusión”, o violando los derechos fundamentales de los trabajadores” si se promueve la lógica del beneficio y del consumo, provocando que “grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida” (EG, 53).

Por eso, ha manifestado su convicción para que el trabajo y los trabajadores, cuenten “con garantías, apoyo y potenciación si se les protege del ‘juego’ de la desregulación” apostando por normas jurídicas orientadas hacia “el trabajo decente y los derechos y deberes de la persona humana. Todos ellos son medios necesarios para su bienestar, para el desarrollo humano integral y para el bien común”.

Cuidar la relación y diálogo Iglesia – OIT

El Papa ha querido subrayar la importancia de cuidar la relación de la Iglesia católica y la Organización Internacional del Trabajo, para aprovechar “las oportunidades que se presentan para colaborar en una amplia variedad de acciones relevantes”. Una acción común desde una renovada comprensión del trabajo, “que va más allá de lo que tradicionalmente se ha conocido como empleo formal” para incluir “todas las formas de trabajo”.

Cuidar especialmente a la mujeres de la economía informal

En esta concepción del trabajo que ha manifestado Francisco, ha insistido en los trabajadores más humildes de la economía informal, por la falta de protección social que sufren junto con sus familias que “los vuelve particularmente vulnerables” ante las crisis. “Las mujeres de la economía informal, incluidas las vendedoras ambulantes y las trabajadoras domésticas, sienten el impacto del COVID-19 bajo muchos aspectos: desde el aislamiento hasta la exposición extrema a riesgos para la salud. Al no disponer de guarderías accesibles, los hijos de estas trabajadoras están expuestos a un mayor riesgo para la salud, ya que las mujeres tienen que llevarlos a los lugares de trabajo o los dejan sin protección en sus hogares. Por lo tanto, es muy necesario garantizar que la asistencia social llegue a la economía informal y preste especial atención a las necesidades particulares de las mujeres y de las niñas”.

En este punto, Francisco ha recordado a tantas mujeres que “siguen llorando por la libertad, la justicia y la igualdad”. “No se terminan de erradicar costumbres inaceptables, destaco la vergonzosa violencia que a veces se ejerce sobre las mujeres, el maltrato familiar y distintas formas de esclavitud […] Pienso en […] la desigualdad del acceso a puestos de trabajo dignos y a los lugares donde se toman las decisiones» (AL, 54).

El trabajo es cuidado

Seguidamente, ha destacado un segundo elemento de su concepción del trabajo, ya que al ser una actividad relacional, “tiene que incorporar la dimensión del cuidado, porque ninguna relación puede sobrevivir sin cuidado”, que va más allá del trabajo de cuidados que la pandemia ha recordado su importancia “que quizá hayamos desatendido”.

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Francisco indica que el cuidado es una dimensión de todo trabajo. “Un trabajo que no cuida, que destruye la creación, que pone en peligro la supervivencia de las generaciones futuras, no es respetuoso con la dignidad de los trabajadores y no puede considerarse decente. Por el contrario, un trabajo que cuida, contribuye a la restauración de la plena dignidad humana, contribuirá a asegurar un futuro sostenible a las generaciones futuras. Y en esta dimensión del cuidado entran, en primer lugar, los trabajadores. O sea, una pregunta que podemos hacernos en lo cotidiano: ¿cómo una empresa, imaginemos, cuida a sus trabajadores?”, ha remarcado.

Desarrollar y cuidar la cultura de la solidaridad

Junto al gran tema del trabajo (Cfr. FT, 162), Francisco ha destacado que para salir en mejores condiciones de la crisis actual, se “requerirá el desarrollo de una cultura de la solidaridad, para contrastar con la cultura del descarte que está en la raíz de la desigualdad y que aflige al mundo”. En este sentido considera fundamental cuidar “la aportación de todas aquellas culturas, como la indígena, la popular, que a menudo se consideran marginales, pero que mantienen viva la práctica de la solidaridad” y ha emplazado a “liberarnos definitivamente de la herencia de la Ilustración, que llevaba la palabra cultura a un cierto tipo de formación intelectual o de pertenencia social”

Se trata de “pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero. […] La solidaridad, entendida en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso es lo que hacen los movimientos populares” (FT, 116).

Cuidar el amor político

Finalmente, Francisco ha realizado tres pedidos a los mandantes –Gobierno, trabajadores y empresarios– de la OIT. En primer lugar a los dirigentes políticos y a los gobiernos para que “se inspiren siempre en esa forma de amor que es la caridad política: “un acto de caridad igualmente indispensable [es] el esfuerzo dirigido a organizar y estructurar la sociedad de modo que el prójimo no tenga que padecer la miseria”. Es caridad acompañar a una persona que sufre, y también es caridad todo lo que se realiza, aún sin tener contacto directo con esa persona, para modificar las condiciones sociales que provocan su sufrimiento. Si alguien ayuda a un anciano a cruzar un río, y eso es exquisita caridad, el político le construye un puente, y eso también es caridad. Si alguien ayuda a otro con comida, el político le crea una fuente de trabajo, y ejercita un modo altísimo de la caridad que ennoblece su acción política” (FT, 186).

Cuidar que la riqueza esté al servicio del bien común

Ha recordado a los empresarios su verdadera vocación: producir riqueza al servicio de todos. La actividad empresarial “tendrían que orientarse claramente al desarrollo de las demás personas y a la superación de la miseria, especialmente a través de la creación de fuentes de trabajo diversificadas. Siempre, junto al derecho de propiedad privada, está el más importante y anterior principio de la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y, por tanto, el derecho de todos a su uso» (FT, 123).

Cuidar la ciudad del trabajo y quienes están fuera de ella

Y ha invitado a sindicalistas y dirigentes de las asociaciones de trabajadores a que amplíen su perspectiva y enfoquen “en realidades concretas de los barrios y de las comunidades en las que actúan”. Ha vuelto a recordar los dos desafíos que ya planteó en un encuentro realizado en el Vaticano (2017). El primer desafío es la profecía: ”los sindicatos nacen y renacen cada vez que, como los profetas bíblicos, dan voz a los que no la tienen, denuncian a los que ‘venderían al pobre por un par de chancletas’, como dice el profeta (cf. Amós 2,6), desnudan a los poderosos que pisotean los derechos de los trabajadores más vulnerables, defienden la causa de los extranjeros, de los últimos y de los rechazados”.

El segundo desafío es la innovación para “vigilar los muros de la ciudad del trabajo, como un guardia que vigila y protege a los que están dentro de la ciudad del trabajo, pero que también vigila y protege a los que están fuera de los muros (… ) los que todavía no tienen derechos, a los que están excluidos del trabajo y que también están excluidos de los derechos y de la democracia”.

Francisco ha finalizado su intervención apoyando el diálogo social y los procesos tripartitos de la OIT, poniendo a disposición sus recursos espirituales y su Doctrina Social, pues “solo juntos podremos salir de la crisis”.

 

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