Carta abierta a la señora Ayuso

Carta abierta a la señora Ayuso

Excelentísima Señora:

Aunque la supongo muy acostumbrada a las críticas que han de soportar los personajes públicos, y no cabe duda que Ud. lo es por razón del cargo que ocupa, no es mi intención sumarme a ese coro de críticos con su gestión política al frente de la Comunidad Autónoma de Madrid, y no porque ande necesitada de defensa, que se sabe defender sola, y además muy bien, sino porque quien osa dirigirse a Ud. lo hace en su condición de miembro de Cáritas, como voluntario y socio, y de Cruz Roja, en este último caso como socio y colaborador esporádico.

Como podrá comprender, me atrevo a dirigirme a Ud. no en representación de esas dos entidades, sino en mi condición de persona que lleva ya muchos años de vida dedicando tiempo y mucho más que tiempo a tratar de acoger, acompañar y ayudar a personas en situación de vulnerabilidad y a las que Ud., posiblemente de forma inconsciente y sin pensar en las consecuencias de sus palabras (¿o sí?), ha ofendido gratuitamente.

Sé que Ud. ha dicho que se han tergiversado sus palabras, pero el problema es que estas, las palabras, cuando son pronunciadas ya no se pueden recoger y significan lo que significan. Por algo se dice que “somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras”.

Le puedo asegurar por mis muchos años de acogida y acompañamiento a las personas que acuden a los servicios de Cáritas o de Cruz Roja, que cualquiera de quienes se acercan en busca de alimentos o ayuda para poder atender los servicios de agua o luz, o para pagar alquiler o hipoteca, la primera vez que acuden, al entrevistarlos para conocer sus circunstancias personales, ninguno de ellos, repito ninguno, omite decir que lo que más desean es tener un trabajo que les permita vivir con dignidad y sin tener que recurrir a ayuda ajena.

Y esto es así porque las personas, por muy deterioradas que estén y por muy desestructurada que se encuentre su vida, siempre mantienen un mínimo de dignidad. Y le digo esto porque directamente he tratado con personas que, a causa de su situación de deterioro, no están capacitadas para poder desempeñar un trabajo normal sin un proceso previo de rehabilitación y de recuperación o adquisición de habilidades. Pues bien, aún en ese estado de deterioro, del que muchos de ellos ya no van a poder salir y van a precisar permanentemente de ayuda externa, aún en esa situación, la mayoría de ellos dicen que “¡si tuviera un trabajo….!”.

A esas personas, Ud. las ha ofendido llamándolas “mantenidas”. Y le decía antes que sus palabras significan lo que significan, más allá de interpretaciones. El Diccionario de la Lengua Española en su vigésima segunda edición, del año 2001, dice de la palabra “mantenido” y “mantenida” respectivamente lo siguiente: “Hombre que vive a expensas de una mujer con la que mantiene relaciones sexuales extramatrimoniales” y “Mujer que vive a expensas de un hombre con el que mantiene relaciones sexuales extramatrimoniales”.

Al margen de que nos puedan parecer estas definiciones algo desfasadas para los tiempos que corren, nadie debe dudar de lo ofensivo que puede resultar tener que acudir a lo que Ud. superficialmente llama “las colas del hambre” y que, precisamente por esa situación, sean encima tratados como “mantenidos” o “mantenidas”.

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Ud. ha dicho, como signo de normalidad, que en Madrid después de una dura jornada “todos podemos ir a tomar una cerveza”. ¿Pueden también ir a tomar una cerveza las personas mantenidas desde las colas del hambre?

Como no estoy dirigiéndome a Ud. desde el ámbito político, omitiré pronunciar juicios parecidos a los que viene soportando desde que pronunció tan desafortunadas y ofensivas palabras. Prefiero pensar que dijo lo que dijo en un momento de calentón y sin pensar muy mucho lo que decía y su alcance.

Pero sí le diré que, queriendo o sin querer, ha ofendido muy gravemente en primer lugar a personas que no se pueden defender, o que al menos, si pretenden hacerlo, no tienen a su alcance las plataformas de que Ud. sí dispone a cualquier hora del día.

Ha puesto Ud. con sus palabras en entredicho (si la palabra mantenido o mantenida significan lo que significan, imagínense si se nos trata de mantenedor o mantenedora) y ha ofendido también a instituciones beneméritas y de reconocido prestigio social a nivel internacional como pueden ser Cruz Roja o Cáritas.

Y ha ofendido con sus palabras a muchas personas y grupos sociales que continuamente manifiestan su solidaridad con los últimos a través de sus actividades. Le escribo desde un pequeño pueblo de eso que Ud. llama, no sé si despectivamente para realzar Madrid, “provincias”. Sin salir de mi pueblo, Ud. ha ofendido a un Club de Maratonianos que varias veces al año organizan actividades a beneficio de Cruz Roja o Cáritas; a un Club de Tenis que igualmente realiza actividades solidarias; a un Club de pesca que todas las navidades dona a Cáritas las piezas capturadas en su concurso de pesca (podría seguir enumerando más…). Por no hablar de los socios y socias de Cáritas y Cruz Roja que anualmente sostienen con sus cuotas y donaciones las actividades de estas instituciones de acción social. ¿Qué pensarán al saber que sus donaciones sirven para “mantener”, cuando hasta ahora creían que servían para “ayudar?

No soy quien para darle consejos y, en consecuencia, no le daré ninguno, aunque quizás sus muchos asesores bien se los podrían dar. Tampoco le voy a pedir que se disculpe ante Cáritas, Cruz Roja y otras instituciones de acción social, así como ante sus socios y donantes, si bien le honraría mucho que lo hiciera.

Pero lo que sí le voy a pedir, más bien a exigir, es que en lo sucesivo se abstenga de ofender tan gravemente a personas que sin culpa alguna se ven abocadas a la pobreza y la exclusión. Hace ya mucho tiempo que quienes nos dedicamos con mayor o menor intensidad a la acción social, tenemos claro que más que hablar de pobres hay que hablar de empobrecidos.

Solo les faltaba a esas personas que, después de verse abocadas a su situación sin culpa alguna, venga ahora alguien que tiene su vida resuelta a ofenderlas en su dignidad.