Asegurar la vida humana también en el trabajo
Empiezo la mañana leyendo que dos trabajadores mueren en accidente de trabajo. Dos vidas rotas, dos proyectos personales y familiares truncados. Enero del presente año finalizó con 48 trabajadores muertos durante su jornada laboral. Durante 2020, 708 trabajadores perdieron la vida en sus puestos de trabajo, 19 más que en 2019.
La disminución de la actividad laboral no ha sido capaz de disminuir las pérdidas de vida que año tras año produce el mercado de trabajo en nuestro país.
Estas cifras confirman el grito que el papa Francisco nos lanza al afirmar que este sistema económico mata. El Papa recoge en Evangelii gaudium: «Así como el mandamiento de “no matar” pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir “no a una economía de la exclusión y la inequidad”. Esa economía mata» (53).
Las muertes en el trabajo siguen siendo la punta del iceberg del riesgo para la salud que existe en nuestros puestos de trabajo. El Ministerio de Trabajo contabilizó en el 2020 más de un millón de accidentes laborales y 8.242 partes de baja por enfermedad profesional.
Hace falta un trabajo decente
Antonio Algora, obispo responsable de la Pastoral Obrera durante muchos años, recientemente fallecido, decía que los accidentes laborales son «el resultado de una cadena de esclavitud que se rompe por el eslabón más débil».
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Director del departamento de Pastoral del Trabajo de la Conferencia Episcopal Española.