El actual sistema socioeconómico
En la dinámica formativa de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), –movimiento de trabajadores cristianos– el primer paso es VER la realidad. Pretendemos aquí, de algún modo, definir el momento socioeconómico en que nos encontramos, en un proceso desarrollado desde el final de la II Guerra Mundial, en los mismos años en que nació y se propagó la HOAC.
Desde entonces hasta el momento actual se sucedieron avances económicos y sociales muy importantes en cuanto a industrialización, comercio globalizado, recursos tecnológicos y digitales, legislaciones laborales… El auge del Estado de bienestar, con la implementación de importantes derechos y beneficios sociales, mantenía la esperanza de que las corrientes socialdemócratas y de la democracia cristiana irían alumbrando una sociedad más justa e igualitaria, especialmente en lo referente al trabajo y los derechos laborales.
Pero, a partir de los años ochenta, con Ronald Reagan y Margaret Thatcher, se va extendiendo la corriente capitalista neoliberal, que propicia la mayor libertad de mercado, la flexibilización laboral, la libre contratación, la libertad de despido… Ello ha agravado el empobrecimiento, la desigualdad (económica, social, cultural), el desempleo –con un alto índice crónico en España– y la precarización laboral –tan acentuada y persistente también en el país–. Si miramos a los países de América Latina y de África, la situación es de pobreza mayoritaria y de trabajo informal en un porcentaje no menor al del 80% de los trabajadores.
Una mirada a la realidad
Presentaremos algunos de los rasgos más relevantes de la situación actual, guiándonos especialmente por el documento de trabajo de la HOAC Una mirada a la realidad: retos que nos plantea la realidad del mundo obrero y del trabajo (01/11/2020).
Se ha ido acentuando la deshumanización y utilización de los trabajadores en función del objetivo económico-lucrativo de la empresa. Los trabajadores son reducidos a mero instrumento de rentabilidad, como una mercancía más. Es una economía que devasta las relaciones sociales y la tierra. Ello genera una creciente desigualdad, con disparados beneficios de las grandes empresas y diferencias acusadas entre los mismos trabajadores. Se va produciendo un agudo deterioro a la vez humano y ecológico, según subraya el papa Francisco en la Laudato si’ (deterioro ecológico y empobrecimiento humano).
El actual modelo neoliberal extendido desde los años ochenta ha generado una economía cada vez más especulativa, dominada por el capital financiero, centrada en la rentabilidad puramente económica, ajena al desarrollo de los pueblos, al bien común y a la atención a las necesidades humanas y sociales, comenzando por la carencia de empleo digno. Esa voracidad economicista no para mientes respecto a la citada devastación social y ecológica.
El ingente poder, especialmente de las empresas multinacionales, ha dominado y cooptado la programación y el ejercicio político de los mismos Gobiernos, que se ven obligados a promover la mayor libertad de movimiento del capital, del mercado, de la contratación laboral… El fenómeno claramente inmoral y vergonzoso de los paraísos fiscales, que detrae de los presupuestos nacionales una gran proporción de dinero, con el único fin de aumentar todavía más las ya elevadas ganancias de las elites económicas, muestra que los Gobiernos no quieren, o no pueden, poner freno a esa actividad delincuencial de verdadero robo.
Como consecuencia de todo ello, han disminuido las políticas redistributivas, la protección social y la acción de los servicios públicos, una política social factible solamente a través de un sistema fiscal de recaudación proporcional al nivel de ingresos económicos. En España, la carga impositiva pesa principalmente sobre los trabajadores y no sobre los detentadores del capital.
Un elemento muy relevante es la actual legislación laboral en lo referente a despido, contratación laboral, convenios colectivos o de empresa, temporalidad laboral… lesiva de los derechos laborales, que ha generado una gran precarización en el empleo junto a un elevado e inacabable desempleo estructural. De este modo, el empleo deja de ser el elemento necesario y significativo de la integración social. Es significativa la aparición de los “trabajadores pobres”, empleados sí, pero empleados pobres.
La globalización de la indiferencia
Pero, ¿cómo es interpretada esta grave situación por la sociedad y por los mismos trabajadores? Parece ser considerada como la única situación posible o, incluso, deseable. Una de las causas de ello puede ser la gran atomización, fragmentación y desvinculación social existentes, fruto de una mentalidad consumista generalizada y un individualismo personalizado e institucionalizado. El papa Francisco habla de la globalización de la indiferencia.
Este nuevo modelo social se caracteriza, en resumen, por los siguientes rasgos: enorme y creciente desigualdad; totalitarismo capitalista; consideración práctica de la persona como producto de mercado; paradigma tecnocrático; irrelevancia de la política y prevalencia del sistema económico vigente; falacia de la libertad de elección y de la igualdad de oportunidades…
Habría que añadir el gravísimo problema de las migraciones, con una bolsa considerable de “ilegales” en España que están asumiendo los “peores” trabajos, sin reconocimiento alguno ni protección sociolaboral. Y también la problemática de la aún vigente discriminación laboral femenina.
La pandemia de la COVID-19 no ha generado un problema nuevo sino que está agravando fuertemente la ya difícil situación anterior de los trabajadores. Más de 600.000 personas perdieron su empleo en 2020 (con 3,7 millones de parados). El desempleo juvenil (menores de 25 años) es de 39,6% (en la UE es de 25,7%). El total de ingresos de los trabajadores cayó un 12,7%. El 16% de los trabajadores recibe una remuneración inferior al salario mínimo. Hay 7,8 millones de personas (16% de las familias) donde el sustentador principal carece de estabilidad laboral. 615.000 personas viven de la economía informal.
¿Cómo se sitúa la sociedad, los partidos políticos y la misma Iglesia ante esta situación?
Los partidos de la derecha liberal-conservadora y la izquierda socialista se reducen a maquillar o mantener con ligeros retoques el modelo social vigente. Pero gozan de la connivencia de la mentalidad social mayoritaria. Los partidos de extrema derecha apuntan a un neoliberalismo aún más acusado, alimentándose de la frustración social de mucha gente por las promesas incumplidas de los principales partidos.
Los partidos de izquierda más definida pretenden la transformación en alguna medida del modelo neoliberal. Pero sus proyecciones políticas topan con la regulación global del capital y la mentalidad social predominante –además de sus propios errores y contradicciones–.
Y ¿la Iglesia? El claro posicionamiento crítico-profético del papa Francisco no es suficientemente asimilado ni aceptado por la mayoría del conjunto eclesial –pastores y fieles–. La Doctrina Social de la Iglesia y el mismo mensaje evangélico de una sociedad libre, justa, fraterna y solidaria desde la opción preferencial por los pobres adolecen de un gran desconocimiento y están poco presentes en la formación y la praxis pastoral. Incluso entre los laicos “practicantes”, la mentalidad más frecuente a nivel económico y sociopolítico es la de la derecha conservadora. Todo ello afecta seriamente a la dimensión profética y misionera de la Iglesia.
Pero, quedan por presentar los numerosos signos y caminos de esperanza también existentes en la sociedad y en la Iglesia.
Consiliario diocesano de la HOAC de Astorga
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