Cultivar el bien común
Sin duda la pandemia vivida este último año ha cambiado nuestra realidad. Nuestras actividades diarias, nuestra forma de relacionarnos, las preocupaciones sociales… Al cumplirse un año de la llegada de la COVID a nuestro país, se hace inevitable mirar atrás y preguntarse: «¿dónde estaba yo en marzo de 2020?».
Los Fridays for future llevaban meses reivindicando un futuro sostenible, no para el planeta, sino para nuestra posibilidad de habitarlo. En otoño de 2019 una sucesión de tormentas e inundaciones habían llamado a la puerta de nuestra conciencia y nos habían obligado a considerar que tal vez nuestra huella en el ecosistema empezaba a hacer que este se rebelara, por la necesidad de recuperar el equilibrio. Incluso la aparición de la COVID abrió preguntas en este sentido y, ya desde la OMS, María Neira establece una relación directa entre la aparición de pandemias con «las presiones del ser humano al medio ambiente». Pero, pasaron los meses, seres queridos empezaron a faltar y el planeta tuvo que esperar ante la urgencia de un problema solamente humano. El confinamiento limpió la atmósfera y nos maravillamos de lo fácil que puede ser si se pone voluntad, pero «la economía se hunde, señores» y la lógica capitalista de una sociedad patriarcal, basada en la competencia y el crecimiento económico ha pesado más. Hace falta una transformación mucho más profunda que trasladar la oficina al salón de casa.
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