Responder a la cultura de los muros con una ética global de solidaridad

Responder a la cultura de los muros con una ética global de solidaridad
Foto | EFE
Vivimos en un mundo con más muros que nunca: 63, con un impacto en 4.679 millones de personas en el mundo –el 60,98% de la población– que habitan en un país que ha construido muros en sus fronteras, así lo constata la cuarta edición del informe Mundo amurallado, hacia el Apartheid global copublicado por el Centre Delàs d’Estudis per la Pau, el Transnational InstituteStop Wapenhandel y la campaña Stop the Wall.

Además de los muros físicos, muchos países han militarizado sus fronteras para volver más peligroso y mortal que nunca cruzarlas para las personas que huyen de la pobreza y las violencias. “La tendencia global de las políticas en materia de gestión fronteriza muestra que se está construyendo un mundo en el que se refuerza la segregación y la desigualdad. En este mundo amurallado, las mercancías y el capital no encontrarán restricciones, serán las personas las que se verán cada vez más excluidas por razones de clase y origen”, apunta Ainhoa Ruiz Benedicto, coautora del informe.

Las principales razones que dan los gobiernos para justificar los muros son para detener la inmigración y el terrorismo, atribuidas como los motivos clave para construir la mitad de los muros del mundo. En el aumento de los muros –y su complejo industrial fronterizo– hay también una narrativa mayoritaria, poderosa y manipuladora que utiliza el lenguaje del miedo para señalar a las personas migrantes como una amenaza, cuando son víctimas de unas políticas que no decidieron y que les obligan a ganarse el pan fuera de su tierra y su cultura.

El mismo papa Francisco, conocida su apuesta por tender puentes en vez de muros, denunciaba en su última encíclica, Fratelli tutti, que “nuestro mundo avanza en una dicotomía sin sentido con la pretensión de garantizar la estabilidad y la paz en base a una falsa seguridad sustentada por una mentalidad de miedo y desconfianza”.

Así, describe cómo “se crean nuevas barreras para la autopreservación, de manera que deja de existir el mundo y únicamente existe “mi” mundo, hasta el punto de que muchos dejan de ser considerados seres humanos con una dignidad inalienable y pasan a ser sólo “ellos”. Reaparece “la tentación de hacer una cultura de muros, de levantar muros, muros en el corazón, muros en la tierra para evitar este encuentro con otras culturas, con otras personas”.

Un mundo amurallado

Es paradójico que 30 años después de la caída del muro de Berlín, el mundo de hoy cuente con más muros que nunca. De seis muros en 1989, hemos pasado actualmente a, al menos, 63 muros a lo largo de las fronteras o en territorios ocupados en todo el mundo. Lo curioso es que frente a la retórica de un mundo conectado y con más derechos, en numerosos países proliferan líderes políticos que piden levantar más barreras para los seres humanos.

Los autores del informe advierten que se “está creando un nuevo tipo de apartheid global”. Las fronteras como el apartheid se construyen sobre ideologías racistas, niegan a grupos de personas los derechos básicos y perpetúan la violencia. Como sostiene este informe, el concepto de apartheid global “ayuda a explicar las tendencias y estructuras de poder y la segregación global” en las que “los muros son solo una de las dimensiones físicas y visibles de la creciente violencia cultural, estructural y física que este sistema crea en el mundo”. El informe examina el aumento de los muros construidos y aborda los casos de Australia, India, Israel, México-Guatemala, España, Siria y el Sáhara Occidental.

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La narrativa del miedo y la seguridad es claramente seductora pero no es impermeable. Los cambios en la opinión pública, particularmente como resultado de la movilización de los movimientos sociales, pueden socavar incluso los sistemas de opresión más fuertes. La educación y la acción política pueden derribarlos. Es hora de una nueva ola de movilización, contra el mundo amurallado que solamente sirve a una pequeña élite y traiciona las esperanzas de la gran mayoría de la humanidad que quiere vivir con dignidad y justicia.

Nueva red de relaciones internacionales

El papa Francisco ha propuesto un nuevo horizonte común para toda la humanidad, donde las personas migrantes, como sujetos de derechos inalienables, han de tener cabida. De hecho, entiende que, desde la primacía del destino común de los bienes de la tierra, “podemos decir que cada país es asimismo del extranjero, en cuanto los bienes de un territorio no deben ser negados a una persona necesitada que provenga de otro lugar”.

De hecho, como promotor de la cultura del encuentro, del diálogo y la amistad social, ha insistido en la necesidad de “otra manera de entender las relaciones y el intercambio entre países”. “Hablamos de una nueva red en las relaciones internacionales, porque no hay modo de resolver los graves problemas del mundo pensando solo en formas de ayuda mutua entre individuos o pequeños grupos”.

“Si se acepta el gran principio de los derechos que brotan del solo hecho de poseer la inalienable dignidad humana, es posible aceptar el desafío de soñar y pensar en otra humanidad. Es posible anhelar un planeta que asegure tierra, techo y trabajo para todos. Este es el verdadero camino de la paz, y no la estrategia carente de sentido y corta de miras de sembrar temor y desconfianza ante amenazas externas. Porque la paz real y duradera solo es posible ‘desde una ética global de solidaridad y cooperación al servicio de un futuro plasmado por la interdependencia y la corresponsabilidad entre toda la familia humana'”, se puede leer en Fratelli tutti.