La relación perversa de los fondos de inversión y la alimentación
Los fondos de inversión (FI) son herramientas financieras institucionales constituidos, fundamentalmente, por capitales de origen anglosajón, principalmente, de EEUU.
Se inician a finales del siglo XX penetrando rápidamente en la economía mundial, incluyendo a sectores poco financiarizados y mercantilizados, como son los servicios públicos, que garantizan la igualdad de acceso a condiciones de vida dignas para toda la población mediante la redistribución de la riqueza a través del Estado.
En EEUU, estos fondos representan el 300% del producto interior bruto (PIB) anual. En España, controlan 370.000 millones de euros, lo que supone el 75% del PIB y el 45% del total de la inversión en bolsa, de la que, el 10%, está en manos de cuatro empresas norteamericanas (Black Rock, Vanguard, Capital Group y Fidelity).
En menos de dos décadas, los fondos de inversión han dejado prácticamente fuera del IBEX35 (índice selectivo de la bolsa española) a las carteras industriales de los bancos y a la inversión del sector público, quedando solo las grandes familias accionistas españolas.
El objetivo del proceso alimentario consiste en satisfacer el derecho humano a la alimentación, la salud, la seguridad y la soberanía alimentaria respetando el patrimonio biogenético y la salud de los ecosistemas. Sin embargo, la modernización de la agricultura y la ganadería controlada por las grandes corporaciones de producción, distribución y marketing se ha sometido a la racionalidad de la industria.
Los rasgos de la producción industrial adoptados por la producción agraria son: a) aumento constante de la escala de producción y orientación a la exportación; b) eficiencia y competitividad como finalidad que rige la producción de alimentos; c) especialización y fragmentación del proceso productivo empezando por la escisión de agricultura y ganadería; d) elevado consumo de energía no renovable y de fuera de la explotación y uso intensivo de tecnologías que precisan inversiones de capital en la producción, procesado y transformación de los alimentos(1) con el aumento constante de la escala.
La producción industrial agraria ha pretendido enmendar a la naturaleza queriendo ser más eficiente eliminando lo que consideraba prescindible en la propia naturaleza para desarrollar la vida. Ha sustituido los procesos de cooperación por competitividad, la biodiversidad por especialización y la diversificación por intensificación(2).
En la agricultura campesina tradicional, el metabolismo entre la actividad humana y la naturaleza contaba con la integración de la ganadería y el bosque en la producción agraria, pero también con la ayuda de organismos y microorganismos del suelo transformando abono en suelo fértil, estructurado y esponjado. Esa cooperación, diversidad y biodiversidad solo en el suelo conseguían proporcionar más nutrientes para las plantas, retener agua en el suelo y, en caso de lluvias torrenciales, sujetar el suelo fértil. La rotación de cultivos, otro de los métodos tradicionales de manejo, colabora con la actividad biológica del suelo dándole el descanso necesario. La diversificación de cultivos favorece no solo mejores estrategias para obtener cosechas diversas a lo largo del año, ayuda a reducir el impacto de las condiciones climatológicas adversas y cuenta con la colaboración de los insectos auxiliares que controlan a las plagas y se alojan en la vegetación silvestre de las fincas.
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Socióloga, ecofeminista, panadera artesana de pan bio con levadura madre.
Presidenta de La Garbancita Ecológica y vicepresidenta de Sociedad Española de Agricultura Ecológica/Agroecología (SEAE)